El cuarto prohibido de mamá - 04 - Relatos Eróticos

El cuarto prohibido de mamá - 04

... Julián fue difícil encontrar la respuesta adecuada. Y, como yo hubiese esperado, lo primero que salió de su boca fue una estupidez.

—Eres tu la que dejas la puerta abierta

Beatriz soltó una risotada, entre irónica y burlona.

—Hay tantas cosas mal en lo que has dicho, que ni siquiera sabría por donde comenzar.

Esta vez, consciente de lo peligrosa que podía ser su mente y su lengua, Julián tomó una de sus primeras buenas decisiones: guardar silencio. Siguió intercambiando mates con su madre, hasta que ella se puso de pie para dirigirse a su cuarto.

—Mañana será como hoy, o peor que hoy… el calor es insoportable —dijo ella— ¿quieres que vayamos a la playa?

Hacía tanto tiempo que no iban a la playa de Mar del Plata, que no recordaba cuando había sido la última. Solía ir, ocasionalmente con amigos, pero incluso en los últimos años que su padre vivió, se había vuelto poco común. Más que todo, ir a la playa con la familia solía ser aburrido. Beatriz molestaba con el protector solar, no lo dejaba alejarse mucho ni sumergirse demasiado en el mar. Era otra época, otra familia y otra Beatriz. Ese día, a Julián le costaba descifrar las intenciones detrás de esa propuesta, por lo que se limitó a asentir.

—Bueno, alístate, tenemos que ir de compras.

Sin hacer preguntas, Julián se incorporó y de dirigió al baño, donde comenzó una ducha veloz para quitarse el sudor del cuerpo. El vapor se acumuló hasta empañar el espejo y, al apagarse el agua, la puerta se abrió ...

... sin el aviso de un golpe previo. Estaba listo para sacar el brazo y tomar la toalla, pero Beatriz se adelantó y se la arrebató. Retrocedió hasta la puerta sin voltear y agitó la toalla ante Julián, que ahora se asomaba extrañado.

—Ahora si estamos a mano —dijo ella, antes de cerrar la puerta.

Sin más alternativa que salir desnudo y empapado, Julián se dirigió a su cuarto donde la toalla lo esperaba, ante la burlona mirada de su madre, que aguardaba afuera a la espera de secar el suelo.

La visita al shopping fue agradable: otra actividad que hacía mucho no sucedía. Beatriz, como en todo, solía ser moderada con los gastos. Sin embargo, esa tarde se mostraba particularmente generosa. Tras recorrer durante una hora, Julián ya tenía las manos atiborradas de obsequios: juego para su consola, un par de zapatillas, una malla para el día siguiente y cuanta chuchería mirase por más que unos cuantos segundos. En cada momento, cada acción, comentario, risa o palabra, Julián volvía a pensar que su madre parecía otra persona. Hasta en el tonto hecho de que se sentara a disfrutar de una hamburguesa en el McDonald’s, cuando siempre había dicho detestar ese lugar.

Tras la comida, cuando comenzaba a oscurecer, su madre por fin se detuvo para hacer su propia compra. Habían pasado varios locales con ropa para mujeres, pero ella se detuvo en el más grande, donde los delgados maniquíes exhibían bikinis demasiado reveladores. Eran ropas como las que una jovencita usaría en la playa, de ...