1. Mi primera vez con una mamá del prescolar


    Fecha: 28/04/2025, Categorías: Lesbianas Autor: Ero Relatos, Fuente: CuentoRelatos

    El viento azotaba y la fía llovizna calaba hasta los huesos. Detuve el auto donde pude, estacionando lo más cerca que podía del edificio del prescolar. Tenía una hija pequeña y quería evitar que se mojara al ingresar al lugar.
    
    Preparé la niña, nos bajamos del auto y corrimos de la mano hasta la escuela. Siempre me gustaba verla entrar hasta que desaparecía de mi vista y no había clima que detuviera mi costumbre.
    
    Parada bajo la llovizna y el viento noté que detrás de mí alguien renegaba con su auto, que no arrancaba. Una y otra vez escuchaba el rugido del motor que no llegaba a encenderse. Ya el sonido y la insistencia del conductor empezaban a impacientarme. Me agaché para ver quién estaba dentro del auto y conocí a la conductora. Era la madre de una de las amigas de mi hija. La ubicaba porque éramos las dos madres más jóvenes del prescolar.
    
    Golpeé el vidrio del conductor y gesticulé con los labios: “¿todo bien?”. Victoria, la mujer, bajó el vidrio.
    
    - No me arranca el auto – dijo, con fastidio, como si nos hubiéramos conocido de toda la vida.
    
    - ¿Necesitas ayuda? – le pregunté.
    
    - No… Bueno, sí. Olvidé mi teléfono en mi casa, no tengo cómo llamar al mecánico – respondió.
    
    Le presté mi celular, ella agradeció y llamó al mecánico. Habló durante cinco minutos y cada vez su voz se hacía más fuerte y cargada de enojo. Cortó el teléfono.
    
    - Gracias. Pueden venir a verlo dentro de cuatro horas – me contó. – Me llamo Victoria – añadió.
    
    - Yo soy Florencia. La ...
    ... mamá de…
    
    - Sí, ya sé quién eres. Te veo siempre – me interrumpió Victoria. Le sonreí. Yo también la veía siempre. Éramos las dos más jóvenes de todas las madres del prescolar. Ambas rondábamos los 25 años. Además, Victoria tenía una belleza común, pero destacaba siempre por demás. Tenía una larga cabellera castaña hasta la cadera, siempre vestía tops dejando ver un piercing en el ombligo, y pantalones ajustados. Se notaba la juventud en sus curvas.
    
    - Puedes venir a mi casa, vivo no muy lejos de aquí – dije, sin pensar. Me daba pena que deba quedarse con este frío sentada en el auto esperando al mecánico.
    
    - ¿De verdad? Es muy amable de tu parte.
    
    - Sí, vamos en mi auto… tomamos un café en casa, algo calentito. Victoria aceptó. Tomó el abrigo del asiento del acompañante y juntas nos subimos a mi auto.
    
    Por alguna extraña razón me sentía nerviosa mientras conducía. No sé si era por invitar a una desconocida a mi casa, o porque la simple presencia de Victoria hacía que el corazón se me acelerara. Nunca fui de socializar mucho, pero algo en ella había hecho que derribara toda mi timidez. Además, intenté convencerme, no podía haber mirado hacia otro lado cuando sabía que aquella joven tenía que esperar cuatro horas a que vinieran a arreglarle el coche.
    
    En el camino hablamos poco, era Victoria la que sacaba charlas. Me preguntaba dónde vivía, si trabajaba, si tenía otros hijos… “A tu esposo también lo veo siempre, a la salida de la escuela”, me dijo. No sabía que nos ...
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