1. La isla de los castrados II


    Fecha: 03/05/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: ana, Fuente: TodoRelatos

    ... entrepierna. Sus huevos seguían allí, pero ya no tenían forma de huevo precisamente, pues el pequeño puño de Melany los había reventado literalmente. Por más que palpaba no encontraba más que trozos amorfos dentro de su escroto.
    
    - ¡NO! – se lamentó con un gemido mientras palpaba cuidadosamente su ahora inútil bolsa testicular – Noooo… - repitió rompiendo a llorar tanto por impotencia como por el insoportable dolor.
    
    Melany lo miraba y frotaba su clítoris cada vez con mas intensidad. La ponía muy cachonda cuando los hombres lloran por su virilidad perdida, porque en ese momento se muestran tal y como son.
    
    - Tus pelotas sí que no son lo suficientemente duras. O mejor dicho: ERAN. – se burló entre leves gemidos de placer.
    
    No tardó en mostrarse la repetición en la que el puño de Melany aplastaba lentamente el expuesto escroto. Pudo apreciarse el momento exacto en que las gónadas no soportaron más la presión y perdieron totalmente su forma ovalada para convertirse en una plasta que salía por los lados del puño de la mujer. Antes de retirarlo, Melany había girado el puño varias veces a cada lado. Cuando por fin apartó el puño, la imagen se detuvo ...
    ... para que los espectadores tengan tiempo de ver perfectamente el nuevo aspecto de la frágil virilidad.
    
    Finalizada la repetición, volvió a mostrarse al tipo palpando los restos testiculares. El dolor, el miedo y la humillación eran tan grandes que solo deseaba morir de una vez para terminar con semejante sufrimiento.
    
    - ¡Mátame por favor, acaba de una vez, no aguanto más, me rindo, me rindo... hazlo por lo que más quieras, mátame…! – suplicaba el tipo llorando amargamente mientras se retorcía sin siquiera poder tocar los restos de su hombría porque el dolor se disparaba.
    
    Pero Melany no tuvo piedad y siguió frotando su clítoris sin dejar de mirarlo. Sus gemidos de placer se mezclaban con el llanto y los gritos del eunuco que tenía a sus pies en una perfecta sinfonía. La joven se arrodilló junto a él y siguió masturbándose durante varios minutos, pensando en el enorme placer que le proporcionan sus genitales y en el sufrimiento que le proporcionan al hombre los suyos.
    
    Finalmente, con la otra mano cogió el blando y deforme escroto y lo exprimió para sentir los restos testiculares mientras frotaba su coño hasta correrse con el mejor orgasmo de su vida. 
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