La viuda y el muchacho
Fecha: 04/05/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos
Este relato es la CONTINUACIÓN de “El maestro y la viuda”.
Desde ese día comencé a darle consejos a Maricruz sobre cómo mejorar la conducta de Moisés tanto en casa como en el colegio. Básicamente se trataba de no reírle las gracias cuando éstas tenían una connotación claramente negativa, y dejar de consentirle hacer cosas que no estuviese dispuesta a seguir tolerando en el futuro.
Por otra parte, debía consensuar con Moisés una serie de normas de conducta que implicarían ciertos premios establecidos de antemano, así como los castigos correspondientes en caso de no ser responsable con dichas normas y obligaciones.
A continuación sugerí a la viuda la posibilidad de plantear a su hijo un gran reto a lo largo del curso y, en caso de lograr superarlo, una recompensa especial: un viaje en avión a alguna capital europea, un scooter, o algo que a Moisés le hiciera especial ilusión. Por último, le recomendé que cada noche le leyera un capítulo de David Copperfield, la novela de Charles Dickens, un verdadero manual sobre como salir adelante en la vida.
Sobre el asunto de que Juan nos espiase cuando hacíamos el amor, optamos por no hacer nada de momento. Aunque la viuda fuera una mujer bastante tradicional y estricta en cuanto a disciplina, nuestra opinión respecto a la curiosidad del chico coincidió, considerándola algo natural y beneficioso para él. Además, el cura del pueblo, un setentón amable y bonachón, insistía cada sábado por la tarde en que había que amar al prójimo ...
... y, para Maricruz, Moisés era el prójimo más importante, un muchacho al que tenía el deber de educar y proteger. Ambos queríamos pues lo mejor para el chico, y eso implicaba instruirse, desarrollarse y llegar a valerse por sí mismo, y el sexo es parte intrínseca de la vida. Antes o después, el muchacho acabaría necesitando una profesora que le enseñara, y quién mejor que la piadosa mujer que velaba por él.
Curiosamente, la actitud de Moisés en clase cambió de la noche a la mañana. De pronto, Moisés parecía sentir auténtica devoción por mí. Estaba fascinado por lo que me había visto hacer con su madrastra, y me admiraba por ello. Me convertí en una especie de líder para él, alguien en quien confiar e imitar. De manera que el muchacho comenzó a tratarme de acuerdo con ese nuevo respeto que yo le imponía, y a comportarse en clase como Dios manda.
Por contra, de forma injusta, machista e hipócrita, el chaval comenzó a considerar a Maricruz como una gruñona que le vigilaba y amargaba la existencia, que se ponía pesada con que se lavase los dientes y que se enfadaba con él si remoloneaba a la hora de irse a la cama. Su actitud en casa empeoró en lugar de mejorar, mostrando incipiente rebeldía y siendo desdeñoso con su madrastra. Moisés no alcanzaba a comprender que Maricruz le quería y que sólo trataba de enseñarle a tener orden, de inculcarle unas normas elementales para no meterse en líos, ser útil a los demás, y triunfar en la vida. El chico no parecía darse cuenta de que, ...