1. La viuda y el muchacho


    Fecha: 04/05/2025, Categorías: Incesto Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... darse cuenta siquiera.
    
    — Por lo que me comentó tu madre, ya eres todo un hombre. Así que si quisieras, podrías hacerla feliz. Pero dime, ¿sabes cómo tratar a una mujer...? No, verdad. Pues bien, el trato que te ofrezco es sencillo. Mientras esté por aquí, yo me acostaré con tu madre y tú mirarás y aprenderás todo lo que puedas. Después, cuando me vaya, ella será sólo tuya. Piénsatelo —concluí, cogiéndole de los hombros—, y no te olvides de avisarla de lo de esta tarde en cuanto llegues. Si lo haces, tu madre no dejará de pensar en que se va a comer mi polla y se pondrá súper caliente, ¿entiendes?
    
    Tras nuestra breve charla pude ver a los compañeros de Moisés dirigirse hacia él, y seguramente preguntarle qué le había dicho o si le había castigado. Sin embargo, el chico negó con la cabeza y, con agilidad, se apoderó del balón de fútbol aprovechando el descuido del muchacho que lo sujetaba en ese momento. En la soledad de mi atalaya, sobé un momento la materia del examen al que su madre debería enfrentarse al cabo de unas horas, y luego me fui a preparar las tareas que les pondría a aquellos granujillas para casa.
    
    Tal como había pronosticado, esa tarde Maricruz me recibió más efusiva que nunca. Se lanzó a mis brazos nada más entré por la puerta y me comió a besos sin dejar siquiera que me quitase el abrigo. Dichoso, pues la señora no dejaba de morder y restregarse como una gata, la felicité por aquel recibimiento y bromeé al asegurar sentirme el más feliz de los ...
    ... esposos.
    
    — ¿Qué tal el día, querido? —preguntó con jadeante sensualidad, siguiendo la broma, palpando mi entrepierna— Te noto tenso…
    
    — Sí, un poco, la verdad. Se acerca el fin de semana y los chicos están muy revoltosos. No paran ni un segundo.
    
    — Pobre, estarás cansado. Trabajas duro, lo noto… —afirmó manipulando la cremallera— Pero ahora ya estás en casa y tu mujercita va a hacer que te relajes…
    
    — Eres adorable, mi vida —dije acariciando su sien— y cómo lo harás…
    
    Fascinada, la madura se arrodilló sin apartar los ojos del portento que sobresalía de mi pantalón, contemplando pasmada la espeluznante erección de su supuesto esposo, proporcionándole innecesarios meneos.
    
    — Qué cosas tienes, querido… ¡Cómo va a ser! Comiéndome todo esto..
    
    Mi alianza con Moisés había comenzado de manera inmejorable. El chico, asomado tras la puerta de su cuarto, se beneficiaba del pacto viendo la suavidad con que se debe guiar a una mujer hacia el miembro viril, dándole tiempo para abrir la boca, con determinación, pero sin agobiar.
    
    — Tengo mucho estrés acumulado, te lo advierto.
    
    — ¡Ummm! —murmuró arruyando mis testículos en la palma de su mano.
    
    Moisés vio entonces a su madrastra pugnar para subirse la falda sin cejar ni un segundo en su suculenta mamada, arrancándome clamores, gemidos de deleite. Se quedó desconcertado ante la visión de aquel culazo sobrepasando los límites de unas braguitas monas, nuevas, que no reconocía.
    
    Constatando su dificultad para observar el buen ...
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