Un aprobado a cambio de mi virginidad
Fecha: 09/05/2025,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: VictoriaSG, Fuente: TodoRelatos
No hay mayor presión que la que se siente cuando todo el mundo piensa que no vales para nada y tú te empeñas en demostrar que se equivocan. Puede que me lo hubiese ganado a pulso, pero me dolía que siendo tan joven ya nadie apostara nada por mí, así que cuando les dije que iba a cerrarles la boca ya no había marcha atrás, tenía que conseguir mi objetivo sin importar el precio que me hiciesen pagar a cambio.
Se podría decir que estaba bastante justificado que en mi familia ya no creyeran en mí. El origen de esa desconfianza estaba en mi infancia, cuando apenas conseguía aprobar los exámenes y acababa pasando de curso por los pelos, hasta que acabé repitiendo antes de terminar la secundaria. A mí me daba todo igual, no dedicaba ni un segundo a pensar en mi futuro, pero mis padres, obviamente, no pensaban lo mismo.
Quizás ellos no hubiesen sido tan estrictos de no haberse empeñado en llevarnos a mí y a mi hermana a un colegio privado que a duras penas podían pagar. Mi padre era taxista y mi madre trabajaba limpiando hospitales, ambos tenían un sueldo digno, pero no daba para grandes caprichos, y mucho menos desde que nos escolarizaron. Desde entonces, cada vez que sacaba una mala nota, era como si estuviera tirando por el retrete su duro esfuerzo.
Esperanza, mi hermana pequeña, entendió eso de inmediato, aunque yo no era tan comprensiva, probablemente porque ni siquiera quería estar en ese colegio. Debía reconocer que era un centro de categoría, gimnasio ...
... espectacular, piscina olímpica y dos patios enormes perfectamente equipados, pero había algo que hacía que todo eso quedará en un segundo plano: las estrictas monjas que lo dirigían.
Aquello más que el colegio parecía una prisión, especialmente por el hecho de que nos hicieran ir a todos uniformados. Puede que de niños tuviera cierta gracia, pero, al llegar a la adolescencia, ese uniforme era un agobio. Yo no entendía por qué tenía que seguir llevando esa ridícula falda a cuadros, así que me revelaba subiéndomela todo lo posible, lo que hacía que me ganara la bronca de las monjas y la atención de todos mis compañeros.
El asunto de los chicos era también muy complicado. Me sentí atraída por ellos desde muy temprana edad, pero en el colegio se encargaron de dejarnos claro que todos esos impulsos que sentíamos o lo que nos explicaban los mayores era pecado. Justo por ese motivo llegué a mi último curso, siendo ya mayor de edad y llevando todavía la faldita, sin haberme atrevido a pasar de los inocentes besos y algún que otro tocamiento.
Precisamente en ese último año todo se descontroló. Pese a haber alcanzado ya la edad adulta, me revelé más que nunca al sentir que me estaban obligando a seguir en un sitio en el que no quería estar. Tenía muchas formas de demostrar mi descontento, pero la peor de todas era cuando se lo hacía pagar a mi pobre padre, que siempre insistía en que solo quería lo mejor para nosotras.
Mi padre se pasaba toda la noche en el taxi y cuando volvía nos ...