Dios no va a impedir que mi cuñado me desvirgue - Relatos Eróticos

Dios no va a impedir que mi cuñado me desvirgue

... sola, pero la cuestión es que decidí acercarme a Patricia. No se podía negar que esa muchacha era dulce como en almíbar y que, a pesar de todo lo que me había metido con ella, me recibió con los brazos abiertos cuando intenté comprender sus circunstancias.

- A ti también te han marginado, ¿no?

- Son unas hijas de puta.

- No digas eso, Águeda.

- Las conozco perfectamente y te aseguro que es la verdad.

- Pero tú antes ibas con ellas y te comportas igual.

- Yo nunca hubiese tratado así a una amiga.

- ¿Ahora qué vas a hacer?

- Si quieres, podemos conocernos mejor.

- Me encantaría, pero conmigo no cuentes para discotecas y esas cosas.

- ¿Por la secta religiosa a la que pertenecen tus padres?

- No es ninguna secta.

- Te prohíbe hacer casi todo.

- Simplemente tienen sus normas y mis padres se aseguran de que las cumpla.

- A mí eso no me convence nada.

- Ven a una de nuestras reuniones y se acabarán tus prejuicios.

- ¿Tú crees?

- Claro, mañana por la tarde tenemos una.

Dispuesta a dejar de juzgar lo que no conocía, decidí aceptar la propuesta de Patricia. En la vida me había imaginado que me viese envuelta en algo así, que me pudiera interesar lo más mínimo algo relacionado con la religión, pero todo fuera por hacer una amiga de verdad. Si, tal y como esperaba, aquello no me interesaba, no volvería nunca más.

Al día siguiente me pegué a Patricia desde primera hora de la mañana para que me explicara todo lo que necesitaba ...

... saber para acudir a esa reunión. No es que pretendiera parecer uno de ellos ya desde el primer día, pero había visto a esa gente en la calle y sabía que eran muy respetuosos, así que no quería dar la nota delante de ellos.

Cuando salí del instituto fui corriendo a casa para cambiarme de ropa. Tal y como me dijo Patricia, me puse un vestido, el más formal que tenía. Después acudí al punto de encuentro y juntas entramos al edificio en el que se iba a producir la reunión. No era un ambiente divertido, pero sí muy acogedor, todos me recibieron de muy buenas maneras.

Traté de no pensar en ellos como en una secta, aunque era inevitable hacer la comparación. A pesar del buen trato, desde el primer momento tuve la sensación de que intentaban captarme, aunque Patricia me dijo que era algo normal porque les había agradado. Me gustó esa sensación de pertenecer a un grupo, así que esa noche decidí que les daría otra oportunidad, incluso después de hablar con mi madre.

- ¿Dónde has ido tan elegante esta tarde?

- He estado con Patricia.

- Espero que no te estés metiendo en nada raro.

- ¿A qué te refieres?

- Sé que los padres de esa muchacha son muy religiosos.

- ¿Y eso te parece mal?

- No, pero nosotros no somos creyentes.

- Si yo lo soy o no será decisión mía.

- Águeda, no me gusta que me hables así.

- Pues deja de meterte en mi vida.

No quería hablarle mal a mi madre, pero estaba harta de sentir que nada de lo que hiciera contaba con su aprobación. Fue ...