Dios no va a impedir que mi cuñado me desvirgue - Relatos Eróticos

Dios no va a impedir que mi cuñado me desvirgue

... demasiado directa, pero realmente costaba arrancarle las palabras de la boca a ese chico. En ese momento no confiaba en que pudiéramos llegar a nada, me resultaba demasiado tímido y yo necesitaba alguien más lanzado. Aun así, el hecho de que Jaime fuese el único con el que podía estar hizo que no me echara atrás.

El sábado fue todo muy diferente. Sin la supervisión de sus padres, Jaime no parecía el mismo de siempre. Hablaba con mucha más soltura, como cualquier persona de nuestra edad. Eso me hizo pensar que realmente sí que existía una posibilidad de que entre nosotros pudiera surgir algo, aunque no quería precipitarme.

Además de eso, fue todo un caballero en todo momento. Me invitó al refresco que tomamos y posteriormente a un helado que compramos ya de camino a casa. Tampoco dudó en ofrecerse para acompañarme. No era el tipo de chico con el que fantaseaba cuando aún salía con mis antiguas amigas, pero estaba encantada con él.

- Muchas gracias por acompañarme.

- Ha sido un placer, Águeda.

- La verdad es que me lo he pasado muy bien.

- Yo también.

- Te confieso que pensaba que eras más aburrido.

- Solo tenías que conocerme en un contexto diferente.

- Eso parece.

- ¿Volveremos a quedar?

- Por supuesto.

Le di un pequeño beso en la mejilla que lo hizo ruborizarse al instante y abrí la puerta para subir a mi casa. Lo primero que me encontré fue a mi madre preguntándome dónde había estado, pero no le hice ningún caso y me fui directamente a mi ...

... habitación, a pensar en lo bien que había ido mi primera cita con Jaime.

Aquella fue la primera de muchas tardes que pasamos juntos, hasta convertirnos en novios. No podía esperar de él que me hiciera vivir aventuras, pero me trataba muy bien y con eso me conquistó. Solíamos dar paseos o ir al cine, para posteriormente comentar la película en mi portería cuando me acompañaba hasta casa. Después nos despedíamos con un beso en los labios.

Para evitar habladurías decidimos que solo Patricia podía saber que estábamos juntos. Mis padres daban por hecho que estaba saliendo con alguien, pero apenas tenían información, de la misma manera que los suyos, que sí que me conocían a mí de las reuniones, desconocían que entre nosotros hubiera algo. Hasta que Jaime decidió invitarme a su casa a comer.

- Nos va muy bien llevándolo en secreto.

- Pero no tenemos nada que esconder.

- Puede que tus padres no aprueben nuestra relación.

- He hablado alguna vez con ellos de ti y les caes muy bien.

- ¿En serio?

- ¡Claro! Además...

- ¿Qué?

- Que tú eres una reina comparada con las chicas con las que sale Isaac.

- Nunca me hablas de tu hermano.

- Como dicen mis padres, es un bala perdida.

- Él no va nunca las reuniones.

- Solo cree en sí mismo y no piensa más que en meterla.

- Supongo que no se le puede obligar a tener fe.

- No, pero ya se arrepentirá.

Los padres de Jaime me caían bien, posiblemente porque eran lo opuesto a los míos, por eso acepté ir ...