1. Infiel por mi culpa. Puta por obligación (42)


    Fecha: 10/06/2025, Categorías: Grandes Relatos, Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... morral de cuero marrón, y me preguntó…
    
    —¿Y esto que contiene?
    
    —Unas pocas cosas. Algo de ropa y dos pares de zapatos. —La saqué de su duda.
    
    —¿Vas a regresar conmigo? ¿En serio me has perdonado y volverás? —Asentí y Mariana me apercolló el cuello, y sin mediar una sola palabra, me besó. Fue un besito en realidad, con sus labios estirados como pico de pato.
    
    —A su oído derecho, rozando su candonga de oro, acerqué mis labios, pero no fue para besárselo.
    
    —Tienes mi perdón, Mariana. –Le cuchicheé. – Cometiste errores, te confiaste y yo también. Así que la culpa es compartida. Los dos la cagamos. Desdibujar el pasado no será posible, eso lo tenemos muy claro los dos. Quizás con el tiempo, nuestras nuevas vidas nos permitan, en tu caso, podrías esparcir encima de ese lienzo, algunos colores nuevos, y en la mía, edificar sobre ese sótano, algunas estructuras con espacios amplios, nuevos y ventilados. ¿Vamos? —Terminé por decirle, pues la agente de inmigración nos sonreía con amabilidad, y a la vez aleteaba con el brazo, gentilmente apurándonos para cruzar la puerta de seguridad.
    
    —Me despedí rápidamente de todos, asegurándoles que regresaría, unas dos o tres semanas después, especialmente de Maureen, que no paraba de llorar. ¡Celebraremos la navidad juntos! —Le prometí.
    
    —Como hiciste para conseg…
    
    —¡William! Ya sabes qué mi Bro, tiene bastantes amigos y algunos de ellos le deben pagos al banco. —Le respondí sin ocultarle mi sonrisa de satisfacción y ...
    ... despidiéndonos a lo lejos de nuestros amigos. ¡De mi otra familia!
    
    —Salud, por la amistad. Arquitecto. —Y bebemos a la par de nuestras jarras de cerveza, dejando limpio el fondo.
    
    —¡Salud!
    
    —Y así, mi querido amigo continuamos caminando hacia la sala VIP. ¿Tienes cigarrillos? Los míos se me olvidaron. Debí dejarlos olvidados en el bolsillo de la otra chaqueta.
    
    —¡Vamos! Acomodémonos en aquella mesita en la terraza, al lado de esas dos cuchi-barbies. Quien quita que, aparte de echar humo como dos locomotoras, hagamos amistades. —Y después de reírnos, nos acomodamos en una mesita para dos. ¡Para dos compinches descorazonados!
    
    —Ya sentados en la sala VIP, esperando por la llamada para abordar, ella colocó su mano derecha sobre mi rodilla y me dijo…
    
    —¡Te agradeceré toda mi vida, por la felicidad con la que me la llenaste! Me enseñaste que, en la vida, lo que te propongas se puede lograr. Aunque aquel éxito que esperas, se te demore un tiempo, quizás más de lo pensado. Y que, para poder vivirla al máximo, existen amplias y llanas praderas florecidas, fraccionadas todas por caminos distintos que te llevan de aquí para allá, como los retorcidos hilos de este lazo rojo que me colocaste. Pero tan comunes y sin gracia, –igualmente me advertiste– que llegan a cansar hasta el aburrimiento.
    
    —Que existen también otros terrenos más allá en el horizonte, divertidos si te gusta explorar. Verás cómo, –me dijiste– se va inclinando el terreno hasta que te encuentras de frente con paredes de ...
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