¿Por qué a mí? Capítulo 45 - Relatos Eróticos

¿Por qué a mí? Capítulo 45

... algo de ella; y no creerán la respuesta que me dio; pues resulta que ella y Sugey se habían convertido en pareja, la única que sabía de eso era Corina, por eso es que las tenía un poco amenazadas en la preparatoria, sin embargo tras el incidente, ella las dejó en paz y desde ahí ellas mantuvieron su relación discretamente; aunque actualmente ya hay un poco de más aceptación, ambas suelen mantener su relación al margen y sobretodo que su orientación sexual no sea su carta de presentación si no su preparación como Doctora y Enfermera; Sugey se despedía de mí para continuar sacando muestras; ya que no había mucho personal para la toma de muestras y ella se ofreció a apoyar a sus compañeros y compañeras; también me decía que en el transcurso de la tarde vendría a visitarme con Susana para que nos saludáramos y platicáramos un poco tras varios años de no vernos ni seguirnos en redes sociales.

Llegaba mi hora de terapia de rehabilitación y sería la primera ocasión en la que estaría en otra área; el área de los avanzados; así que yo iba caminando apoyándome con la andadera, pero lo hacía de manera despacio y suave con la esperanza de ver a Alan Alejandro y me pudiera llevar en silla de ruedas o cargando cómo lo hace en ocasiones cuando no hay mucho personal a la vista; sin embargo no lo lograba ver y pues debía avanzar más rápido. Estaba haciendo mi mayor esfuerzo, cuando justo dando la vuelta en un pasillo para cruzar al área que me tocaba, sin fijarme chocaba con un chico; yo ...

... caía y él se detenía en mi andadera ya que también iba a caer.

– ¡Oh, disculpa! – Apenado exclamó.

– Auch, auch, me dolió. – Cayendo de sentón decía.

– A ver, espera, déjame ayudarte, ven, dame tu mano, bien, así, despacio con cuidado. – Este chico caminando haciendo un ruido raro en su rodilla, me extendía la mano y me ayudaba poco a poco a levantarme.

– Ay, me dolió, lo bueno es que ya no traigo drenaje, sino hubiese sido un caos aquí, gracias. – Le decía con la cabeza agachada, tratando de no darle la cara por vergüenza.

– ¿Estás bien?, caíste de sentón, ¿no te dolió?, digo, pregunto por qué sólo traes ropa interior y caer de nalgas al suelo debió dolerte. – El chico me preguntaba muy amable y preocupado a la vez.

– Sí, sí, descuida, no me pasó nada malo, nada peor mejor dicho. – Me sonreía y fue en ese momento cuando levanté mi cara y lo vi.

– ¿Seguro qué estás bien? – El chico me miraba fijamente a mis ojos.

Yo también lo miraba así y no sé, pero fue raro ese cruce de miradas.

– Sí, de verdad estoy bien, gracias, disculpa, fui yo quien no prestó atención a si venía gente por el otro lado antes de dar vuelta, en verdad disculpa. – Le decía apenado.

– No, no te preocupes, nada que disculpar. – Este chico se sonreía, para luego decir. – Por cierto, mucho gusto, me llamo Aníbal. – Me extendía la mano con una sonrisa peculiar.

– Un gusto, yo soy Job. – Nuestras manos se estrechaban y no sé, la sensación fue muy rara, pero, debo decir que sentí ...