MANOLO. Suegro, consuegro y padre - Relatos Eróticos

MANOLO. Suegro, consuegro y padre

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MANOLO. Suegro, consuegro y padre

Muchas veces pienso que mi hijo Jaime no es hijo mío. Además ni físicamente nos parecemos. De hecho me casé cuando la ahora mi mujer me dijo que estaba embarazada. Nos casamos con veintidós años, una locura, justo terminaba la mili y ya era padre y con una familia a la que mantener.

Gracias a dios, la vida no me ha ido mal, soy mecánico tengo un taller que funciona a la perfección y pudimos tirar adelante sin la ayuda de suegros ni padres. Cuando Jaime vino al mundo, fue una gran alegría para toda la familia, y para todos, me sentía orgulloso de que fuera un varón y levanté muchas expectativas en él.

A medida que fueron pasando los años, pude ir viendo como este mozalbete poca cosa de mi sangre debía tener. Ya su carácter más bien afeminado distaba mucho de la ilusión que me hubiera hecho a mí compartir con él más aficiones y gustos. Incluso pensé que era maricón. No por nada, puedo entender perfectamente esta orientación sexual, pero al ser mi hijo, se me hacía complicado aceptarlo.

Mi mujer murió cuando él no había cumplido los diez y desde entonces compartía con mi hijo casa, mi dinero y poca cosa más, llevamos una vida muy independiente uno al otro.

Debo decir que desde que enviudé mi vida sexual ha ganado y mejorado. Soy un tipo bastante atractivo, estoy fuerte, y en el taller muchas mujeres han pasado por mi rabo, y de todas ...

... las edades.

Aunque he tenido un montón de oportunidades y declaraciones de amor eterno, las he ido desechando todas, viviendo solo, vivo de puta madre y no quiero complicarme la vida con mujer alguna. Estoy bien así. Sexo como digo, no me falta, y una vez a la semana tengo una empleada del hogar que me hace los trabajos que o por tiempo o por desconocimiento hay que hacer en una casa.

Me llegó la sorpresa de que cuando mi hijo cumplió dieciocho años ilusionado y contento me comunicó que tenía novia. Fue una sorpresa agradable. Cuando me la presentó me quedé de piedra, era una preciosidad de niña. Modesta, humilde, con unos ojos preciosos y un cuerpecito encantador. Me puso muy feliz ver al muchacho con esta chica.

A mi sexualmente la vida me iba la mar de bien. Las visitas de las amantes que yo recibía en casa también, no paraban. Las dosificaba. Era increíble poder elegir una amante diferente, para cada ocasión que yo la precisara. Si quería salir a la montaña, sabia a cuál de ellas llamar, si quería ir de playa, sabia a cuál de ellas llamar, si quería sexo salvaje, sabía cual llamar etc…

El trabajo iba de mil maravillas y yo estaba feliz. Incluso me motivé en construir una piscina en la parcela de la casa, una barbacoa y una pérgola de madera con servicio y cocina. Coloqué en el centro una gran mesa por si algún día había que hacer alguna celebración especial, nevera grande imprescindible, vaya una pérgola totalmente equipada que además quedaba la mar de bonita ...