1. El cuarto prohibido de mamá - 06


    Fecha: 25/06/2025, Categorías: Incesto Autor: Barbara Lopez Rucci, Fuente: TodoRelatos

    ... un momento muy vulnerable… metiste tus dedos en mi…
    
    Se detuvo, pero no por el pudor de decir una palabra, sino por la sensación en su pie, que proliferó a toda su pierna a través de un temblor. Julián repasaba los músculos de la planta con los pulgares, en movimientos curvados y firmes. En la cara de Beatriz se notaba un placer distinto al de la noche anterior, pero obvio e indisimulable.
    
    Los minutos pasaban en el reloj del muteado noticiero, y Beatriz no añadía nada. De un pie, Julián pasó al siguiente, y musicalizaba los masajes con los respiros que su madre no lograba contener con éxito.
    
    —Tus pies son muy lindos —dijo, para romper el absurdo silencio.
    
    —No podemos seguir con esto, lo digo en serio —dijo Beatriz, y parecía muy convencida de sus palabras.
    
    Por algún motivo, a pesar del temor que le daba que todo se detuviera, Julián permanecía tranquilo. De alguna forma se había convencido de que su madre, eventualmente, caería otra vez. Levantó un poco el pie que masajeaba, besó la suave planta y luego pasó al pulgar. Sus labios se abrieron y el dedo pasó a través de ellos. Su madre se mostraba atontada, tan relajada como alguien al que le han suministrado alguna droga.
    
    Pareció que iba a levantar la mano para detenerlo, pero no hizo o dijo nada. Quedó inmóvil, hasta que la lengua de su hijo le hizo una coquilla desde el talón hasta el espacio entre los dos dedos más pequeños, y su pie fue dejado sobre las sábanas.
    
    —Esta bien, ma; si no te sientes cómoda ...
    ... no voy a presionarte —dijo Julián, y se puso de pie para retirarse.
    
    Los días pasaron con una fría normalidad, o al menos eso se reportaba en mi casilla de correos. Cada noche, solo un mensaje corto y aburrido: “hoy no ha pasado nada”. Un mensaje que parecía existir solo por una especie de compromiso tácito que Julián había adquirido conmigo. Me preguntaba si mentía para desmotivarme de querer saber más o si acaso decía la verdad. Pero, aun tratándose del segundo caso, en otro momento él hubiese preguntado qué hacer, o al menos hubiese narrado sus sentimientos. Ahora se había vuelto frío y seco, como un desierto a mitad de la noche.
    
    Fue al martes siguiente, cuando intercambiamos los últimos mensajes, que supe a detalle lo sucedido el fin de semana. En sus palabras, los días se habían mantenido “normales”, aunque esa palabra podía tener muchos significados según a quien se le preguntara. Beatriz seguía igual, cómoda en la casa, risueña en las cenas y caliente en las noches, aunque sus gemidos eran difíciles de escuchar a través de la puerta cerrada. Se había resignado a que las bombachas a veces faltarían y eso iba a ser algo que continuaría en la medida que su hijo viviera con ella. Había aceptado que Julián la miraba de forma lasciva, que disfrutaba de oírla masturbarse y que ahora, guardado en su memoria, yacía el recuerdo de su vagina mojada y su ano dilatado.
    
    En opinión de Julián, la noche del sábado Beatriz se había sentado en la mesa a cenar con una particular ...
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