GINA: LA HISTORIA Cuarta parte - Relatos Eróticos

GINA: LA HISTORIA Cuarta parte

ANDREA PARTE IV

Por: Andrea delCastillo

Me encontraba sola y desolada por la suerte que correría Ricardo. Como el tiempo que viví con él lo viví como verdadera mujer (en casa), realmente me encontraba enamorada y el aspecto sexual, aunque indispensable, no era imprescindible; ya que formábamos un matrimonio de lo más bien avenido, con sus pleitos y las dulces reconciliaciones. Sin embargo, después de cierto tiempo se me hizo necesario la compañía de alguien en quien verter mi amor y mis atenciones. Pretendientes no me faltaban, pues mis compañeros de trabajo estaban como buitres al acecho para caer en los despojos que Ricardo había dejado. Yo me sentía no como abandonada, si no como viuda, pues sabía que tal vez nunca volvería Ricardo.

Tres meses después que quedé sola, y para paliar un poco mi dolor, asistí a una reunión en casa de una compañera de trabajo que conocía mi desdicha. Me insistió tanto que me convenció de ir. Asistí en el papel de "hombre", pues iban a asistir personas que no conocía y era mejor que no me conocieran en la faceta de mujer. En esa fiesta conocí a un joven de unos 22 años con el que estuve platicando casi todo el tiempo, al que no le insinué ni platiqué nada de mis preferencias. Carismático y buen conversador, se dedicó a contarme su vida, sus estudios, su trabajo (trabajaba en un bufete jurídico, pues era pasante de derecho), sus ambiciones de poner su propio bufete y sus deseos de independizarce de sus padres, pues se sentía coartado en ...

... su libertad. En este punto, se me hizo fácil ofrecerle un cuarto de mi casa, pues no lo ocupaba y además tenía su baño independiente. Como yo casi no estaba por mi trabajo, al que dediqué mucho más tiempo para no regresar y encontrar el vacío que había dejado Ricardo, le dije que podía disponer de lo que necesitara. En ese entonces, para evitar en lo posible el recuerdo de mi recién terminada relación matrimonial, ni siquiera me vestía al llegar. Solo me desnudaba y me iba a dormir; así que el hecho de tener a alguien en casa no representaba el menor problema.

Aceptó encantado el ofrecimiento y acordamos en que él iba a pagar la mitad de la renta y de los gastos de casa. Se cambió tres días después y yo me alegré de que estuviera alguien en la casa más que nada para que no se descuidara y deteriorara. No me pasaba por la cabeza ninguna idea de acercamiento sexual, pues no podía olvidar a Ricardo, así que me dedicaba solo a mi trabajo. Manuel, así se llamaba mi inquilino, resultó de lo mas tranquilo y ordenado que pudiera imaginarme, pues me mantenía la casa impecable y ordenada, cosa que para mí era difícil conseguir pues en ese aspecto, mi personalidad femenina no se daba.

Aproximadamente un mes después de que Manuel se instaló, un fin de semana coincidimos en la casa, así que tuvimos tiempo de charlar para conocernos mejor. Como a mí siempre me ha gustado cocinar, me ofrecí para hacer la comida para los dos. Así que fuimos al supermercado, compramos los ingredientes, ...