La búsqueda
Fecha: 23/03/2024,
Categorías:
Jóvenes
Tus Relatos
Autor: MN-IS, Fuente: RelatosEroticos-Gratis
... Eduardo cruzaron la puerta de entrada. Todo eso, claro, lo sabía la señora, pero no Moní, que casi no estaba en casa.
Así, por una combinación de ignorancia y morbo, Moní quiso cogerse a Eduardo en el comedor. Moní lo volvió a besar cuando habían cerrado la puerta tras ellos; dejó que le quitara el pantalón corto; dejó que la sentara en un banco alto, puesto en una barra que separaba la cocina del comedor; dejó que, allí, arrodillado junto al banco en el que ella estaba sentada, Eduardo besara sus piernas en torno a su ropa interior de color azul eléctrico. Poco a poco se acercaba a la vulva, y Moní lo dejaba hacer. Cuando vio que él no se atrevía, se quitó ella misma la ropa interior revolvió su cabello, como era de costumbre, antes de hacerlo sumergirse en su vulva. Sentada como estaba, todavía, cerraba las piernas en torno a las ojeras de Eduardo cuando quería que él le metiera la lengua, y las volvía a abrir para que él respirara y atendiera más bien los labios o el clítoris.
Él quería reclinarla en la barra que separaba la cocina del comedor, y penetrarla allí mismo. Cuando Moní tuvo un orgasmo, sus piernas apretaron muy fuertemente la cara de Eduardo, para luego finalmente liberarlo. Eduardo, con una mano, tocó la cara de Moní, y puso la otra en su espalda, suavemente, para pedirle que se reclinara. Moní en realidad quería tenerlo encima —quizá las cosas hubieran resultado distintas así—, pero le concedió a Eduardo lo que quería, dándole un condón y diciéndole ...
... solamente:
—Como tuve un orgasmo, estoy muy estrecha. Ve con calma.
Y él intentó hacerlo al principio, pero su urgencia era demasiada y empezó a penetrarla desesperadamente, por la vagina, pero desde atrás, tomando el ritmo que le devolvían las nalgas firmes de su amiga. Moní se indignó, y estuvo a punto de detenerlo. Después de todo, ya había conseguido que el novio de Danielle la penetrara; ya tenía su venganza. En lo que se decidía, la incomodidad desapareció y Moní prefirió seguir con el encuentro.
—A Danielle… —decía Moní, mientras gemía, sobreactuando un poco.. —¿Te la has cogido así?... Como siempre lleva ropa holgada no lo sé, pero… ¿está más buena que yo, verdad?
Y diciendo esto con sarcasmo, permitió por fin que las manos de Eduardo bajaran por su top y tocaran sus pezones. Y así habría terminado todo… si Eduardo hubiera terminado. Moní utilizaba todas las técnicas que conocía (sabía, por ejemplo, constreñir a voluntad las paredes de su vagina), pero Eduardo no acababa. Y, para peor, había empezado a perder ritmo, después de veinte segundos de vehemencia venían cinco de inactividad, y Moní, cansada de tomar la iniciativa se aburría. Ella había llegado muy lejos, y tenía que venirse al mismo tiempo que Eduardo, costara lo que costara. Así que lo detuvo, caminó hacia el comedor, se quitó completamente el top, se sentó en el borde de la mesa y se abrió de piernas. El hermoso cabello de Moní le caía sobre los pechos (ella recordó el poema, y pensó de pronto «los ...