La búsqueda
Fecha: 23/03/2024,
Categorías:
Jóvenes
Tus Relatos
Autor: MN-IS, Fuente: RelatosEroticos-Gratis
... más tiempo en el baño. Sutilmente escuchaba desde afuera, para saber si se estaba masturbando y siempre le parecía que sí. Moní, además, siempre cerraba con llave su puerta antes de dormir; muchas noches tuvo la impresión de que alguien intentaba dar vuelta a la manija, para comprobar si estaba cerrada. Nunca, sin embargo, pudo comprobarlo —cuando abría la puerta, ya no había nadie.
Moní no pudo más. Dejó la casa de su padrastro antes de terminar la preparatoria. Se fue sin avisar, y cayó en la casa de unos familiares más o menos lejanos, con los que iba a pasar un par de años. La escuela donde estaba era carísima: sin su padrastro y sin su madre jamás podría costearse las colegiaturas que le faltaban. Por eso, terminó la preparatoria con un examen y, ahora que estaba en la universidad, trabajaba y estudiaba sin quedarle tiempo casi para respirar. Moní pensaba eso en el subterráneo, mientras veía que su cabello estaba maltratado y opaco. Era lo único exterior que había cambiado en ella: su cuerpo seguía idéntico. Incluso, si cabe, más turgente y esbelto. Pero a ella el cabello era lo que le importaba.
Los cambios interiores, por otro lado, fueron más. Moní adoraba las novelas en las que los protagonistas tienen un problema de carácter, que les hace cometer errores y que termina alejándolos de la felicidad. Si a eso sumamos la idea del “destino”, con la que el cine estadounidense bombardea a los jóvenes, se entenderá que Moní, en ese momento difícil de su vida, se hubiera ...
... vuelto supersticiosa. En su manera de ver las cosas, el destino la había castigado por intentar vengarse de Danielle, enviándole un padrastro libidinoso del que se escapó por los pelos. Por tanto, esa debía ser una señal de que el sarcasmo, la venganza y la manipulación debían detenerse. No es que Moní se hubiera vuelto humilde, porque en privado se tocaba con deleite y, si lloraba la lenta pérdida de su belleza, era porque aún embelesaba a todo el mundo. No, su cambio no era la humildad: se volvió callada y pensativa. Ahora escuchaba más, y estaba siempre lista para ser juzgada por ese dios tétrico que siempre parecía estarla acosando: una Suerte que venía a cobrar sus favores del pasado.
Pero, por supuesto, hay que sumar a esto que Moní era ahora muy, muy pobre, mientras que sus amigos, Isa por ejemplo, seguían siendo los mismos mireyes de siempre. Moní se mataba trabajando, sí, pero alguna parte de ese dinero se le iba en fingir que aún podría comer y beber lo que ellos comían y bebían. Otra de las razones por las que ese día, aunque estaba cansadísima, no se sentó cuando Isa le dijo “son pocas estaciones”, era porque todo su antiguo cinismo lo había usado ya, cuando le dijo:
—Bueno, vamos. Pero me tienes que llevar tú. Yo odio conducir con este sol espantoso. Es una estación desagradable para el auto, y por donde vamos al copiloto le da mejor la sombra —esto le dijo Moní, con ese tono mandón que tenía en la preparatoria.
—Mi coche está en el taller.
—¡Ah, el mío ...