1. Los dibujos de mi hijo Hugo


    Fecha: 11/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Jon Dom 50, Fuente: TodoRelatos

    ... aliviada.
    
    Empecé a llorar. No de vergüenza. De alivio. Porque alguien, después de tantos años, me deseaba, pero ese alguien era mi hijo.
    
    —¿Qué te sucede mamá? —negué con la cabeza. Me abrazó y me dio un largo beso en los labios hasta que estuve calmada. Me tomó del culo, lo apretó y me aplastó contra él. Me encantó sentirme como su novia.
    
    LA NOCHE SE TRANSFORMÓ EN FUEGO
    
    Una noche de sábado me dijo:
    
    —Hoy no voy a dibujar.
    
    —¿No?
    
    —Hoy voy a tocarte.
    
    No me moví. No hablé. Solo asentí.
    
    Se acercó, Me tomó de la mano, me llevó a su habitación. La pared estaba llena de mis dibujos. Todos prohibidos. Todos verdaderos.
    
    —Quítate la ropa —dijo.
    
    Obedecí.
    
    Él se desnudó despacio. Cuando se bajó los bóxeres, vi su polla. Dura. Grande. Apuntándome como una promesa.
    
    —Mírame, mamá.
    
    Lo hice. Y sentí que me mojaba.
    
    —Ven —dijo—. Acuéstate aquí.
    
    Me tumbó en su cama. Encendió una vela. Y empezó a dibujarme… con los dedos.
    
    Pasó por mis pechos. Luego por el vientre. Luego entre las piernas.
    
    —Ya tengo 18 años. Me siento mayor y no te voy a llamar más madre. ¿Te parece bien Alba?
    
    —Me parece bien hijo.
    
    —Mejor llámame Hugo.
    
    —De acuerdo, así lo haré, Hugo.
    
    Observaba su cuerpo desnudo, mi cuerpo desnudo. Me excitaba terriblemente. Su permanente erección, a la que ya me había acostumbrado. No dejaba de dibujarme con su dedo. Me estaba excitando demasiado...
    
    —Siempre estás así Hugo. Es tremenda la erección que tienes.
    
    —Tú eres la ...
    ... culpable, Alba. —Me ruboricé.
    
    —Quiero que seas mi mujer. Estoy preparado y quiero saber si tú también lo estás.
    
    Me sorprendieron esas palabras, pero las acepté. Yo había creado las reglas y él simplemente daba un pasito más. Tiró el dado y salió 6.
    
    —¿Qué quieres decir Hugo?
    
    —Lo sabes perfectamente, Alba. No te hagas la tontita. Mira cómo estoy permanentemente a tu lado. Tengo una energía sexual bestial y no me gusta masturbarme más que rozándote en el sofá. Pero ya no quiero masturbarme más. Quiero hacerte el amor mucho, cada día, amor mío.
    
    Siguió dibujándome y llegó a mi vagina depilada. Tocó mi clítoris y di un respingo. Bajó, separó mis labios y tocó por dentro.
    
    —Estás empapada —dijo.
    
    —Por ti —respondí—. Siempre por ti.
    
    Me abrió las piernas. Me miró el coño.
    
    —Tan pequeño. Tan perfecto.
    
    Y entonces… Me lamió.
    
    Grité. No pude evitarlo. Su lengua era torpe, pero parecía haber ensayado mil veces en sueños.
    
    —Hugo… por favor…
    
    —¿Qué, mamá?
    
    —Me vuelves loca con eso que me haces...
    
    Quiero que te corras en mi boca.
    
    Y lo hizo. Me comió como si fuera su último alimento. Con dedos dentro, lengua en el clítoris, labios apretando. Hasta que grité su nombre y me corrí con un espasmo que me dobló las rodillas.
    
    Me dejó descansar. Lágrimas brotaban y resbalaban por mis mejillas intensamente rojas.
    
    Entonces se puso un preservativo. Se subió encima.
    
    —Mírame —dijo— No dejes de mirarme, Alba.
    
    Lo hice. Y me penetró.
    
    Lento y profundo, como si ...
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