Bajo el sol del Sella
Fecha: 13/09/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Angelguti, Fuente: TodoRelatos
... mallas hasta rozar la piel desnuda de su cintura.
—Dios… —susurró él al separarse apenas del beso—. Tienes una energía que me atraviesa.
—Y tú unas manos que me despiertan entera —respondió ella, jadeando.
Se metieron en el coche. Los cristales se empañaron pronto, aunque el motor no estaba encendido. Ella se subió encima de él, con una rodilla a cada lado de sus caderas. El asiento reclinado al máximo. Las luces del aparcamiento se reflejaban en sus ojos, en su escote, en la curva húmeda de su espalda.
Óscar le bajó lentamente el top, dejando que sus tetas generosas quedaran expuestas. No los miró con morbo, sino con una mezcla de ternura y deseo. Acarició sus pezones con las yemas, con la boca, con una devoción que hizo a Melisa cerrar los ojos y gemir sin contenerse.
—Así… —susurraba ella—. Sigue así…
Los movimientos eran lentos, pausados. No había prisa. Melisa le desabrochó el cinturón y le bajó los pantalones, dejando libre su polla. La tocó con una delicadeza que contrastaba con la firmeza de su deseo.
—Quiero comerte la polla —le dijo al oído.
Óscar se dejó hacer, cerrando los ojos mientras ella bajaba por su cuerpo con la boca, la lengua, las manos. El coche crujía suavemente bajo sus movimientos. Afuera, el mundo seguía girando.
Él la sujetó por el pelo con suavidad, sin imponer, solo guiando. Y ella lo tomó con placer, con deseo. Con hambre.
—Melisa… joder… —murmuró él, a punto de correrse—. Me vas a volver loco…
Ella lo miró desde ...
... abajo, sonriendo con los labios húmedos.
—Esa es la idea.
Oscar gimió en voz alta y su polla explotó en la boca de Melisa en un enorme torrente de semen.
Cuando terminó, se incorporó, volvió a besarlo, sin rastro de vergüenza, con la satisfacción de quien ha recuperado el control sobre su cuerpo, su deseo, su libertad.
—Llévame a tu casa —le dijo—. Quiero dormir contigo. Despertar contigo.
Óscar la abrazó fuerte. Le acarició la nuca, la espalda, los muslos. Y le susurró al oído, con una ternura que no se improvisa:
—Melisa, esto apenas empieza.
El viaje hasta casa de Óscar fue en silencio, pero no un silencio incómodo. Era ese tipo de calma que ocurre cuando dos cuerpos ya se han dicho lo esencial sin palabras. Melisa llevaba la mano apoyada en su muslo, y Óscar, de vez en cuando, la acariciaba con el pulgar, como si confirmara que seguía ahí, que no era un espejismo.
Llegaron a una casa de piedra en las afueras de Lugo de Llanera. No era grande, pero sí acogedora. Rodeada de árboles, con un pequeño porche de madera donde se balanceaba una hamaca y una luz cálida que salía por las ventanas.
—Es preciosa —dijo Melisa al bajarse del coche.
—Es tranquila —respondió Óscar, mientras abría la puerta—. La compré hace diez años, después de divorciarme. Pensé que iba a estar solo el resto de mi vida.
—¿Y ahora? —preguntó ella, mientras entraban.
—Ahora no estoy tan seguro.
Melisa lo miró con una mezcla de sorpresa y ternura. Le gustaba su forma ...