1. Bajo el sol del Sella


    Fecha: 13/09/2025, Categorías: Hetero Autor: Angelguti, Fuente: TodoRelatos

    El sol de la mañana se alzaba lentamente sobre las montañas asturianas, derramando su luz cálida sobre el cauce del río Sella. Las aguas, aún frescas por el rocío nocturno, fluían con calma entre los verdes senderos que bordeaban la ribera. Los sonidos del campo se mezclaban con las primeras risas de los grupos que comenzaban a preparar sus canoas. Era un día perfecto para dejarse llevar por la corriente, por la naturaleza, por el azar.
    
    Melisa se ajustó el chaleco salvavidas frente al embarcadero, con la brisa jugando entre los mechones sueltos de su melena rubia. Tenía 46 años y el tipo de cuerpo que no pasa desapercibido: generoso, natural, con curvas marcadas por la vida, no por el gimnasio. Llevaba una camiseta entallada de algodón gris y unas mallas negras que se le adherían como una segunda piel. Sus tetas —firmes, redondas, exuberantes— no eran fáciles de disimular, y cada movimiento hacía que la tela pareciera rendirse ante su volumen.
    
    A Melisa le gustaban esos días. El río, el paisaje, la sensación de aventura sin compromisos. Pero sobre todo, le gustaba observar a la gente: parejas que se peleaban en la canoa, adolescentes que se reían con cerveza en mano, solitarios como ella… buscando algo sin saber muy bien qué.
    
    —¿Parece que nos ha tocado juntos? —dijo una voz masculina, grave y cordial, a su lado.
    
    Melisa giró la cabeza y lo vio. Alto, delgado, algo más de 50, pelo rubio canoso peinado hacia atrás y unos ojos azules que contrastaban con su camiseta ...
    ... blanca. Su sonrisa era limpia, relajada, con la seguridad de quien ha vivido lo suficiente como para no necesitar fingir.
    
    —¿Ah, sí? —respondió ella, mirando la lista del monitor que repartía a los participantes—. Pues parece que sí. Melisa —añadió, tendiéndole la mano.
    
    —Óscar —respondió él, estrechándosela—. Encantado de conocerte, compañera de travesía.
    
    El roce fue firme y cálido. No hubo electricidad, pero sí una sensación tranquila, como si ya se conocieran de otro tiempo, de otro río.
    
    Se subieron a la canoa sin muchas ceremonias. Óscar ocupó el asiento delantero y Melisa el trasero. A los pocos minutos, los dos remaban al mismo ritmo, como si llevaran años haciéndolo. La corriente los ayudaba, suave, envolvente, como una invitación al abandono.
    
    —¿Primera vez? —preguntó Óscar, sin girarse.
    
    —No, ya he hecho esta ruta un par de veces. ¿Y tú?
    
    —También. Pero nunca con una compañera con tanta... personalidad.
    
    Melisa soltó una carcajada.
    
    —Eso ha sonado a piropo vintage.
    
    —Lo era. Pero sincero —dijo él, mirando hacia el frente.
    
    Melisa lo observó desde atrás. Le gustaba cómo le quedaban los hombros en esa camiseta, cómo sus brazos se movían con fuerza pero sin tensión. Y le gustaba su voz. Tenía algo cálido. Algo que se colaba por debajo de la piel.
    
    Siguieron remando en silencio un rato, disfrutando del canto de los pájaros y de las gotas de agua que salpicaban al golpear los remos. A veces, una pareja se cruzaba con ellos riendo. Otras, solo se ...
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