1. Bajo el sol del Sella


    Fecha: 13/09/2025, Categorías: Hetero Autor: Angelguti, Fuente: TodoRelatos

    ... oía el murmullo del río y el susurro del viento entre las hojas.
    
    —¿A qué te dedicas, Melisa? —preguntó él tras una curva del cauce.
    
    —Diseñadora gráfica. Trabajo desde casa, así que a veces me escapo unos días. ¿Y tú?
    
    —Jubilado. Fui controlador aéreo. Ahora me dedico a vivir.
    
    —Eso suena muy bien —dijo ella—. Me gusta esa idea.
    
    —A veces me cuesta —admitió él, sincero—. Estar solo tanto tiempo... te obliga a aprender a escucharte. Y a veces uno no quiere oír lo que lleva dentro.
    
    Melisa lo miró con más atención. Le gustaba esa forma suya de hablar sin rodeos, sin adornos. Sentía que podía decirle cualquier cosa, y que él sabría escuchar sin juzgar.
    
    —Yo también estoy sola —dijo—. Divorciada desde hace tres años. Sin hijos. Sin dramas, pero... sola.
    
    Óscar giró levemente la cabeza, lo justo para mirarla por encima del hombro.
    
    —Pues aquí estamos. Dos solos compartiendo canoa. Algo habrá querido el destino.
    
    Melisa sonrió. Le gustaban las coincidencias, y más cuando tenían forma de hombre con voz serena y ojos de mar.
    
    Siguieron remando. El calor empezó a apretar, y el sudor les perlaba la piel. A medio recorrido, hicieron una pausa en una de las orillas, donde otros grupos descansaban y algunos se bañaban. Se bajaron de la canoa y caminaron descalzos por la hierba húmeda.
    
    —¿Una cerveza? —propuso él, sacando un par de latas de la nevera portátil.
    
    —¿Llevas cerveza contigo? —preguntó ella, sorprendida.
    
    —Siempre. Nunca se sabe cuándo hace ...
    ... falta brindar.
    
    Chocaron las latas y bebieron, sentados a la sombra de un roble. El aire olía a hierba y agua, a río y sol. Ella se quitó la camiseta, quedando con un top deportivo que moldeaba su torso como si hubiera sido hecho a medida. Sus pechos se elevaban con cada respiración, marcando la tela con orgullo. Óscar intentó disimular su mirada, pero no lo consiguió.
    
    —¿Te incomoda? —preguntó ella, directa.
    
    —¿Qué cosa?
    
    —Que me guste mostrarme como soy.
    
    —No. Me gusta que seas libre.
    
    Melisa se recostó en el césped, cerrando los ojos.
    
    —Llevo demasiado tiempo esperando a ser deseada sin ser juzgada —dijo, como si hablara para sí misma.
    
    Óscar no respondió. Solo se acercó un poco más y dejó que el silencio hiciera su parte. Era el tipo de silencio que no pesa. El que acompaña, el que arropa.
    
    Cuando regresaron a la canoa, el aire parecía más denso. El sol bajaba lentamente, dorando todo lo que tocaba. La corriente los llevó casi sin esfuerzo al final del recorrido, donde entregaron los remos y recogieron sus cosas.
    
    —¿Y ahora? —preguntó él, mientras caminaban hacia el aparcamiento.
    
    —Ahora tengo sed. Y hambre. ¿Y tú?
    
    —Yo tengo ganas de seguir hablando contigo.
    
    Melisa lo miró. El deseo en sus ojos no era solo físico. Era de cercanía, de conexión, de esas que no se dan todos los días.
    
    —Vamos a ese bar de ahí. El de la terraza grande.
    
    —Perfecto —respondió él.
    
    Y juntos se dirigieron hacia lo que, sin saberlo, sería el comienzo de una noche ...
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