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Terapia con mi tía
Fecha: 18/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Y parecía que iba a ser un año tranquilo. Pero bueno, estas cosas pasan me imagino, yo sinceramente no me imaginaba aprobar mates con un 9, pero venga que al final me había dejado la piel en la libreta y dicen que el esfuerzo paga, ¿no? Otra cosa era lo que pasaba con Alicia, pero bueno, la chica más buena del cole no iba tampoco a estar prendada de mí nada más por que sí. Y sinceramente no tenía tanto tiempo para dividirme entre cortejarla y llevar el resto de mi vida en paz. Que también era obvio que todos sus ex-novios terminaban mal y aquí había sólo una constante. En fin. ¿Y quién soy yo? Bueno, pues mi nombre es Adrián y Salazar mi apellido, tengo 19 años y mi vida parece calcada a la de todos los demás. Amo a mis papás, pero amo más que casi no se meten en mi vida y me dejan en paz la mayor parte del tiempo. Seguí caminando, arrastrando los pies por la acera caliente. El sol de la tarde caía sobre mí como una manta pesada, haciendo que el sudor me corriera por la espalda. Pasé junto a la tienda de la esquina, donde el viejo Ramón estaba barriendo la entrada como siempre, y giré hacia mi calle. Al llegar a casa, metí la llave en la cerradura y entré. El aire fresco del interior me golpeó la cara. En realidad no tenía nada particular para quejarme, salvo que el verano se perfilaba eterno. No tenía ningún plan para cuando terminara la escuela y aunque extrañaría a mis amigos, apreciaba el tiempo libre. Fue entonces cuando noté un aroma dulce y familiar ...
... flotando en el aire. Té de jazmín. Solo podía significar una cosa: mi tía Sofía estaba de visita. Efectivamente, al asomarme a la cocina, la vi sentada a la mesa. Tenía una taza humeante entre las manos y un libro grueso abierto frente a ella. —Hola, tía — saludé a la distancia. Había tomado la decisión hace un par de años de no besar a mis familiares, a pesar de que las tradiciones y la cultura dictaba lo opuesto. Y era simple rebeldía, pues era consciente de que mi tía estaba buenísima y no estaría de más un breve contacto con ese par de tetas, pero en fin, le iba a ser fiel a mis principios y pasaría. —¡Adrián, pero qué gusto me da verte — dijo levantándose de la silla para saludarme. A pesar de ser psicóloga no tenía tan claro lo que la distancia personal significaba. Sofía se acercó y me abrazó con fuerza, presionando su cuerpo contra el mío. Me tensé instintivamente, incómodo por la cercanía. —¿Todo bien, cariño? Te noto algo tenso —preguntó, separándose un poco para mirarme a los ojos. —Sí, tía, todo bien. Solo cansado por la escuela. Pero ella no pareció convencida. —¿Seguro? Sabes que puedes contarme cualquier cosa —insistió, poniendo una mano en mi hombro—. ¿Cómo van las clases? ¿Algún problema con los compañeros? —De verdad, todo está bien —repetí. —Te conozco, Adrián. ¿Problemas con alguna chica, tal vez? Sentí que el calor me subía a las mejillas. —No, nada de eso —murmuré, e—. De verdad, tía, estoy bien. —Creo que voy a ir a mi ...