-
Terapia con mi tía
Fecha: 18/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... sonando extrañamente formal—. Tu tía Sofía tiene algo que pedirte. Sofía me miraba directamente, con una ternura que sabía era fingida. Levanté una ceja, intrigado. Mi tía Sofía se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y entrelazando los dedos. Su mirada era intensa. —Verás, Adrián —comenzó—. Como sabes, llevo años trabajando como psicóloga, pero últimamente he estado pensando en expandir mi práctica. He decidido incursionar en la psicología adolescente. Hizo una pausa, como si esperara que yo dijera algo. Pero me limité a asentir, sin estar seguro de adónde iba todo esto. —El problema es —continuó— que necesito práctica. Experiencia real con adolescentes. Y ahí es donde entras tú. Sentí que mi estómago se revolvía. Ya veía por dónde iba la cosa y no me gustaba nada. —Quiero pedirte si estarías dispuesto a tener algunas sesiones de terapia conmigo —soltó finalmente—. Sería algo informal, por supuesto. Solo para que yo pueda practicar mis técnicas y enfoques. Me quedé mirándola,¿Era en serio? ¿Mi propia tía quería usarme como conejillo de indias? No, no creo que sea buena idea. — dije directo, más a la defensiva de lo que me gustaría aceptar. —¿Por qué no, cariño? —intervino mi madre, su voz cargada de una dulzura que me pareció exagerada—. Sería una gran oportunidad para tu tía, y quién sabe, tal vez hasta te resulte beneficioso a ti también. Sentí que la sangre me hervía. —No necesito terapia — dije, aunque quizá sí la ...
... necesitaba, así que recapacité y retomé el enfoque—. Y en todo caso, no creo que deba ser con alguien de la familia. Me sentiría… juzgado. Vi cómo mi tía y mi madre intercambiaban una mirada, como si hubieran anticipado esta respuesta. —Entiendo tu preocupación, Adrián —dijo Sofía, su voz calmada y profesional—. Es natural sentirse así. Pero te aseguro que mantendría todo con la más estricta confidencialidad. Además, el hecho de que te sientas poco confiado te hace el candidato perfecto, pues me permitirá perfeccionar mi manera de establecer confianza con mis pacientes. Suspiré profundamente, sintiendo cómo la frustración crecía en mi pecho. ¿Cómo explicarles que la idea de abrirme emocionalmente con mi tía me parecía tan incómoda como caminar descalzo sobre vidrios rotos? —No es solo eso —insistí, buscando las palabras adecuadas—. Es que… es raro, ¿saben? —Adrián, entiendo que te parezca extraño —respondió Sofía, inclinándose hacia mí con una mirada comprensiva—. Pero piensa en ello como un favor a la familia. A tu edad, es normal tener dudas y conflictos internos… —¡Pero yo no tengo conflictos! —exclamé, sintiendo cómo el calor subía por mi cuello—. Estoy perfectamente bien. Mi madre intervino entonces, su voz teñida de preocupación: —Cariño, últimamente te hemos notado algo distante, más callado de lo normal. Si hay algo que te preocupa… —¡Que no me pasa nada! —interrumpí, exasperado. El silencio fue casi tangible. Mi madre y mi tía intercambiaron ...