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Los Rincones de Alazne
Fecha: 19/09/2025, Categorías: Fetichismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Fue a finales de mayo cuando me mudé a un pueblo costero Vizcaya y esperaba que la fresca brisa del cantábrico acogiera mi nueva etapa con un suculento bochorno semejante, si me permiten la antítesis, al que desprenden los brazos de una mujer, o el que se extrae del simple hecho de estar a sus pies. El verano era ya una realidad y los pies femeninos despertaban de su letargo con un deseo irrefrenable de escapar de su prisión de calcetines y zapatos cerrados. Para aquellos que no gozan con intensidad de tan deliciosa parte de la anatomía de una mujer es imposible entender esa sensación que te atrapa y arrastra hasta que tus ojos no se pueden desprender del simple traqueteo de unas chanclas. Es una esclavitud involuntaria que ilumina con una pulsión inigualable tus pequeños momentos de soledad. Un día una mujer abre la ventana de su habitación y una gelatinosa bocanada de calor invade la estancia. De pronto se da cuenta de que el tiempo ha cambiado y necesita otra ropa para soportar las inclemencias del sol. Abre la puerta del armario y unas sandalias tiradas de cualquier manera asoman en uno de los rincones, indicando el montón de calzado abierto que se encuentra debajo de ellas. Tras vestir sus pies descubre que sus dedos pueden moverse con libertad y que una brisa que no recordaba se cuela por todos los huecos. Por fin esa mujer sale a la calle hasta que los ávidos ojos del fetichista topan con la visión de esas sandalias. Para él ha comenzado el verano y pasados unos ...
... días, si la meteorología lo permite, cada vez serán más las mujeres que ofrecen la maravillosa visión de unos pies casi desnudos. Para mí era un verdadero suplicio salir a la calle una vez el estío había hecho su irrupción. Algunas chicas llevaban las uñas sin pintar y en los talones podía observarse todavía el rigor del invierno, sin embargo me maravillaba esa necesidad que sentían por mantener sus pies frescos aunque estuvieran descuidados. Otras no dudaban en buscar llamativos colores con los que iluminar los dedos, sumados a unas irresistibles tobilleras cuya cadencia marcaba sus pasos. Qué decir de aquellos paseos que mis ojos hacían a lo largo de la calle sólo por seguir unas chanclas que sin pudor dejaban al descubierto plantas rosadas en contraste con unos arcos blancos casi vírgenes. Sabía de sobra que muchas de ellas rechazarían un simple masaje por el odio a que rozasen sus pies, otras aceptarían encantadas experimentar ese éxtasis durante al menos unos minutos. Con el calor no sólo se acentuaba el número de chicas calzando sandalias, también lo hacían mis fantasías al respecto. Hacía tiempo que mis labios no se encargaban de perfilar los espacios entre unos dedos de los pies. Por eso cuando conocí a Alazne no veía el momento de que se olvidara de sus viejas botas de senderismo y dejara libres al fin ese par de joyas que a buen seguro escondía dentro de ellas. La conocí sirviendo frías cervezas en la taberna de debajo de mi casa. Cuando te vas a un sitio ...