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Los Rincones de Alazne
Fecha: 19/09/2025, Categorías: Fetichismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... Disfrutar con fruición de extravagantes detalles que a otros simplemente harían bostezar. Un cruce de delicadas perversiones dentro de un mundo real y neutro. Después del plato principal nos fuimos al sofá. Aunque los macarrones eran del día anterior no escatimé a la hora de abrir una botella del mejor vino que tenía. Dicen que que mejora si lo dejas reposar durante un largo tiempo, pero nunca he tenido paciencia. El néctar está hecho para ser consumido en el momento, por eso dudé poco cuando le ofrecí a Alazne un masaje en los pies. A lo mejor, con suerte, también descubriría si tenía cosquillas. –Es que me da vergüenza, ¡oye! –aseveró inquieta. –Estás muy cansada, ¿no es cierto? –Sugerí con algo de impostada cortesía–. Debes llevar doce horas de pie. –No sé, es que no me han hecho esto nunca antes, ¡eh! –respondió a mi ofrecimiento. Con algo de reticencia finalmente pude deslizar mis pulgares a lo largo de sus plantas enfundadas todavía en aquellos calcetines de rayas. Una pasión insufrible recorría mis dedos y me llegaba como un chute directo al hipotálamo que bregaba con mis pantalones para que Alazne no se diera cuenta de mi inapelable excitación. En ese momento procedí a quitarle sus calcetines y la reacción no se hizo esperar. –Es que no traigo bonitos –dijo con esos pequeños giros del castellano pronunciados por una vasca de nacimiento. –¡No seas tonta! –contesté como había escuchado en tantas series de televisión. Contemplar esos ...
... deliciosos pies de la talla treinta y nueve fue una auténtica bofetada de placer. Su segundo dedo se peleaba en sana competencia con el gordo por sobresalir, una pequeña puja entre hermanos que devenía en un exquisito pie griego. El resto de dedos mantenían la escala hacia el meñique rematados con extrema redondez. Sus tallos poseían la longitud necesaria para no agobiar al inicio de la planta. Unos metatarsos carnosos dejaban espacio a una cadencia cada vez más estrecha hasta el talón, cuya geometría era perfecta. Era inevitable no pasar mis dedos por aquellas zonas de la planta en las que la erosión de las botas dejaba pequeñas durezas. Algo ante lo que más de uno hubiera huido, pero eran unos auténticos pies femeninos. Los pies de una mujer real que camina, va de un sitio a otro hasta que con suerte caes en sus brazos. Mis manos se hicieron a la curva de su arco, leve pero imprescindible. Lo que al principio eran negativas se habían convertido en un cerrar de ojos acompañado de inevitables y diminutos gemidos. Alazne podría haber parado y lo hubiera entendido. Me habría quedado con una auténtica imagen para el recuerdo y una ligera ansiedad, además de esa fascinación incurable que me subyugaba sin límites. Para mi suerte no reaccionó mal cuando besé la zona bajo su dedo gordo. –¿Te molesta? –Qué cosas más raras te gustan –comentó mientras abría los ojos justo en el momento en el que procedí a besar sus dedos en cadena. Alazne volvió a cerrar los ojos. Yo también. Fue ...