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Umbral III – El Cuerpo Vacío
Fecha: 25/09/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: GRQ, Fuente: TodoRelatos
... negro. Sencillo. Sujetador sin aros. De tul. Braguita abierta por los lados, sujeta por anillas metálicas. No era agresivo. No era vulgar. Era lo justo. Lo cogió. —¿Quieres probártelo? —preguntó la dependienta, sonriendo. Sofía asintió. Entró en el probador. La tela era suave entre los dedos. Se quitó la blusa, la falda, el body rojo —lo dobló con cuidado y lo dejó sobre el banco. Se colocó la braguita negra. Luego el sujetador. Se miró al espejo. Su reflejo la devolvió nueva. El pecho alzado. Las caderas marcadas. Las anillas brillando bajo la luz. El colgante Arcos, colgado entre los senos. La cinta de cuero aún atada a su muñeca izquierda. Y entonces, dijo en voz baja: —Esto no me lo pongo para gustarme. Esto me lo pongo para cederme. La frase le caló como una segunda piel. Lo repitió. Más firme. —Esto me lo pongo para cederme. Una tercera vez. Mirándose sin temblar. —Esto me lo pongo… para cederme. El sexo le latía. Pero no se tocó. Se vistió en silencio. Doblando la prenda con cuidado. No se quedó con la bolsa. Pidió que se envolviera como regalo. Y al pagar, escribió en la nota de envío: Para Bruno, recepción estudio. La dependienta la miró un instante. —¿Un regalo? —Sí —dijo Sofía—. Para alguien que sabe exactamente cuándo abrirlo. Salió a la calle con el cuerpo caliente, el paso firme, y la cabeza llena de algo más que obediencia. Orgullo. Porque por primera vez, no esperaba una ...
... recompensa. Solo deseaba ser digna de ella. Pasaron las horas. Primero el trayecto en autobús. Luego la ducha. La ropa interior volvió al cajón. El body rojo quedó colgado donde Bruno había dicho: nunca doblado. Siempre en alto. El colgante —Arcos— seguía en su sitio. Y la cinta negra en la muñeca no se había movido desde que él la ató. Sofía consultó el móvil. Nada. Ni un mensaje. Ni una señal. Bruno no escribía sin motivo. No felicitaba. No comentaba. Solo ordenaba o corregía. A las 22:10, Sofía se sentó frente al espejo del pasillo. Estaba sola en casa. Luz cálida. Silencio absoluto. Apoyó la barbilla sobre las rodillas. Desnuda. La piel aún marcada por la prenda que ya no estaba con ella. La prenda que él aún no había mencionado. Lo había recibido. Lo sabía. La tienda enviaba al momento. Él siempre estaba en el estudio a esa hora. No era una cuestión de logística. Era prueba. De paciencia. De entrega. De no necesitar reacción. A las 22:37, desbloqueó el móvil otra vez. Nada. Y sin embargo, no se sintió ignorada. Se sintió medida. El juego era ese: saber que no tenía derecho a esperar nada. Que la recompensa no llegaba cuando ella la deseaba, sino cuando él decidía que su entrega valía el siguiente paso. Respiró hondo. Miró su reflejo. La piel desnuda. El cuello largo. La mirada aún alerta. Y dijo en voz baja, como un ancla: —Estoy bajo su poder. Incluso en su silencio. A las 23:09, el móvil vibró. Mensaje. No de ...