La celebración - Relatos Eróticos

La celebración

... empacado meticulosamente se encontraba un conjunto de lencería de encaje color negro con una especie body que incluía sujetador y corsé, bragas, ligueros y medias veladas.

-Vaya, vaya, el señor quiere jugar. Está bien ¡Juguemos!

María se desnudó y se metió a la ducha. Dejó el agua caer. Se enjabonó con mimo. Pensó en Antonio, en su rostro, en su boca, en sus manos… Cerró los ojos, dejando que la espuma la acariciara. El recuerdo del olor de Antonio, del roce de su piel y de su vigor se apoderó de ella. Se tocó despacio anticipando toda una noche de posibilidades.

Al salir del baño, se secó, se aplicó una crema corporal y se dispuso a colocarse las prendas que con tanta dedicación había preparado él para ella.

Se contempló en el espejo y se excitó solo con la idea de que él la vería así. Se sintió bonita, sexy. Se vistió como si se tratase de un ritual.

El tiempo pasó y Antonio empezaba a impacientarse porque ella no llegaba. No contestaba las llamadas, no veía los mensajes.

Cuando estaba a punto de ir a buscarla, María apareció en la entrada.

¡Wow! Estaba hermosísima. Se detuvo a mirarla un segundo ante de ir a su encuentro.

Llevaba el cabello suelto, ligeramente ondulado. Aretes largos. Un vestido negro sin mangas, con un escote en V discreto, con forma de sirena arriba, cubierto con pequeñas chispas brillantes. Luego, una falda corte A, amplia, larga, cubierta por una tela transparente con flores negras bordadas, con una abertura a un lado.

Sin ...

... duda el atuendo resaltaba su figura.

Completaban el conjunto unos tacones que la hacían ver más alta y estilizada.

Antonio se acercó a ella.

-Estás preciosa mi amor. Le dijo besándola en la mejilla y tomándola del brazo.

¿Encontraste mi regalo?

-Sí, llevo todo puesto. Respondió ella, soltándose y alejándose para saludar a los conocidos.

Antonio había escogido para la ocasión un traje gris claro con una camisa, cinturón, calcetines y zapatos negros. Estaba guapísimo. Ella lo notó, al igual que su perfume que la encendía, pero no le dijo nada.

María se movía con soltura y elegancia por el lugar, recibiendo cumplidos y robándose las miradas de más de un invitado.

Antonio la seguía a todos lados con los ojos. Ella fingía desinterés… Solo fingía.

Cuando Antonio daba el discurso anunciando la fusión, María lo miraba con admiración y deseo. Sentía todo por él. Lo respetaba como hombre y como profesional. Admiraba su inteligencia, su disciplina, su determinación, su capacidad de trabajo. Le encantaba verlo triunfador. Brillando.

La presentación fue impecable. Ella lo percibía en cada apunte, en cada toque… imaginándolo sentado en su escritorio con las gafas puestas, con mil archivos abiertos en la pantalla de su computador, tomando notas de vez en cuando.

Los aplausos no se hicieron esperar. Seguiría un brindis y una cena.

Después de la comida, todos permanecieron en la mesa charlando y tomando una copa. En ese instante, Antonio activó el vibrador ...