¡La Concha de mi Hermana! [08]
Fecha: 27/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos
... una parte de mí ya no quiere que se tape nunca más. Una parte primitiva de mi cerebro quiere que Katia se quede así.
Me rendí. Literalmente.
Apagué la lámpara del comedor, guardé el trapo seco como si fuese un arma derrotada, y caminé hasta el sofá con la resignación de un hombre que se ha dado cuenta de que no va a ganarle a la entropía ni hoy ni nunca. Me hundí junto a Katia. El cuero sintético del sofá estaba tibio, todavía con el calor de su cuerpo. Ella ni giró la cabeza. Masticaba otra papa frita, una pierna doblada, la otra estirada con pereza, la camiseta ondeando apenas sobre la piel desnuda.
—¿Cómo va el partido? —pregunté, más por romper el silencio que por interés real.
—Van perdiendo. Por nueve. Pero todavía no pierdo la fe —respondió, con ese tono testarudo que le salía siempre que hablaba de los Lakers. Su camiseta —su amuleto, supongo— tenía una mancha de queso derretido sobre la “K”. Ni se inmutaba.
—¿Quién la perdió esta vez?
—Russell. Otra vez. Tiró un triple desde el córner como si el aro le debiera plata. No entiendo por qué sigue creyendo que es Steph Curry.
Yo asentí, aunque no entendí nada. Mi atención ya estaba lejos del marcador. De hecho, ni sabía contra quién jugaban. Miraba otra cosa: la camiseta subiéndole apenas cada vez que estiraba el brazo para agarrar más papas, la parte inferior de sus pechos que amenazaba con escapar a la mínima provocación, la línea pálida de la piel justo donde empezaban sus caderas. Su pierna rozó ...
... la mía, como al pasar. Calor directo, sin tela de por medio.
Me obligué a mirar la pantalla. Había un rebote, dos jugadores chocando en cámara lenta. Sonó un silbato que no supe de dónde venía ni por qué. Todo parecía ajeno, como si el partido ocurriera en otro planeta. Entonces el celular vibró en mi bolsillo. Lo saqué, casi con desgano. Una notificación: mensaje de Marcela.
Deslicé el dedo, abrí. Y me congelé.
Era una foto de cuerpo entero. Completamente desnuda. Marcela estaba de pie frente a un espejo de baño, con el cabello negro cayendo en cortinas sobre los hombros, cubriéndole apenas los pezones. Las piernas largas, los brazos hacia atrás. El pubis completamente expuesto. Cadera estrecha. Abdomen plano. Bronceada. Una mujer real. Casada, madura, misteriosa. De esas que no necesitaban posar, porque su postura ya era erótica. Y su concha… dios… es perfecta. Esos gajos que parecen tallados en mármol. Le dan un aspecto juvenil, aunque por algunas sutiles marcas en su piel se nota que ya tiene más de cuarenta. No me importa. Algo en su edad me dice: “No voy en broma, papito. Ya no estoy para perder el tiempo”.
Me quedé un segundo mirando. Tragué saliva. La imagen seguía en la pantalla cuando Katia me miró de reojo.
—¿Es ella?
Asentí.
—¿Qué puso?
Le mostré la foto. Sus ojos brillaron. Me sonrió con complicidad.
—¿Viste que linda concha tiene la flaca?
—La verdad, sí —admití.
Me quedé mirando los labios vaginales de mi hermana, los de Marcela ...