Gabriela: Mi primera vez con una mujer… - Relatos Eróticos

Gabriela: Mi primera vez con una mujer…

Lucía se sentó frente a Graciela en la pequeña cafetería enfrente del hotel, removiendo su café con lentitud, sin apenas atreverse a mirarla a los ojos. Sabía que su amiga no se lo pondría fácil.

—Tengo que contarte algo —dijo finalmente, con la voz más baja de lo habitual.

Graciela dejó su taza sobre el platillo con un pequeño golpe seco y cruzó los brazos.

—¿Qué pasa? – La miró con preocupación.

Lucía tomó aire.

—Me ha llamado Hanna. Ya te hablé de ella. Creo que se puede decir que es una amiga, y un contacto que tengo que me ayuda a encontrar trabajos. Me ofrece una sesión de fotos en Estocolmo. Un fotógrafo importante, especializado en BDSM. Dice que ha retratado a modelos de renombre.

La expresión de Graciela cambió en un instante. Su ceño se frunció y apretó los labios antes de hablar.

—Dime que no estás considerando eso, Lucía. BDSM es sadomasoquismo. ¿no?

—Graciela… es sólo una sesión de fotos. No es lo mismo que lo de Montecarlo.

—¿No es lo mismo? —Graciela se inclinó sobre la mesa, bajando la voz, pero con una intensidad que la hacía más cortante—. ¿Me estás tomando el pelo? ¿De verdad crees que después de todo lo que me has contado voy a aceptar esa excusa barata?

Lucía apretó la cucharilla entre los dedos, nerviosa.

—Necesito el dinero.

—¿Para qué?

—Para el piso —admitió en un susurro.

Graciela se echó hacia atrás con una risa incrédula.

—Claro, el piso. El dichoso piso. ¿Y qué? ¿Cada vez que necesites pagar una letra ...

... vas a llamar a Hanna? ¿Cuántas sesiones más vas a hacer? ¿Cuándo se supone que pararás?

Lucía sintió un nudo en el estómago.

—Es una oportunidad. No voy a hacer nada que no quiera.

—Lucía, ¿te estás escuchando? ¿Tú crees que estas cosas se quedan en una simple sesión de fotos? Primero es un desnudo artístico, luego un poco más atrevido… Y cuando te quieres dar cuenta, ya no tienes control. Por no hablar de que cuantas más fotos te hagan, más posibilidades habrá de que acaben en poder de alguien que no te interesa.

Lucía la miró con frustración.

—Es mi vida, Graciela. Decido yo.

—¡No me vengas con eso! —Graciela chasqueó la lengua, indignada—. A ver si tienes valor para decirle eso a Matt cuando se entere de que te estás dejando fotografiar atada, con un collar o lo que sea que hagan en esas sesiones.

Lucía sintió el golpe.

—No tiene por qué enterarse —murmuró.

—¿Ah, no? ¿Y si se entera? ¿Qué le vas a decir? ¿Que es trabajo de modelo?

—¡Porque lo es! —Lucía levantó la voz, sintiendo cómo la desesperación la empujaba—. No volveré a hacer de escort, Graciela. No me estoy acostando con nadie por dinero. Eso fue solamente una vez. Te lo juro.

Graciela negó con la cabeza, mirándola con una mezcla de enfado y lástima.

—No se trata sólo de eso. Se trata de lo que estás dispuesta a vender de ti. Se trata de que cada vez que intentas salir, terminas volviendo. ¿De verdad crees que algún día vas a dejarlo si sigues aceptando estos trabajos?

Lucía ...