Gabriela: Mi primera vez con una mujer… - Relatos Eróticos

Gabriela: Mi primera vez con una mujer…

... sintió un escalofrío.

—Es sólo una vez más —susurró.

—Siempre dices lo mismo —replicó Graciela con dureza—. Y cada vez estás más metida.

Lucía apartó la mirada, sintiendo cómo su argumento se desmoronaba.

—Si lo hago, tendré casi lo suficiente para el piso. Es importante para mí. Todos los sufrimientos y vejaciones se habrán materializado en algo bueno.

Graciela suspiró, pasándose la mano por la frente, como si le doliera la cabeza.

—¿Y si no lo haces, qué?

Ella se echó hacia atrás e inspiró profundamente.

—Mañana te enseñaré mis fotos más profesionales. Quiero que veas que no siempre he hecho cosas sucias.

—¿Fotos de campañas?

—Sí. Mañana te traeré un book. Quiero que veas lo que soy capaz de hacer.

Lucía se pasó toda la mañana seleccionando las mejores fotos que había hecho a lo largo de su vida. Omitió todas las que podrían escandalizar a Graciela. Quería que viese que también podía ser una modelo prestigiosa. Cuando llegó a la cafetería con una carpeta grande de cuero negro bajo el brazo con una mezcla de orgullo y nerviosismo se sentó frente a Graciela Quería que viera lo que había sido, lo que aún podía ser.

—Aquí lo tienes —dijo, empujando el book hacia ella.

Graciela arqueó una ceja y, sin prisa, lo abrió. En cuanto vio la primera fotografía, su expresión cambió. Pasó las páginas con lentitud, en silencio, analizando cada imagen con una mezcla de admiración e incredulidad.

—Madre mía, Lucía… —susurró, sin apartar la vista del ...

... book—. Esto es increíble.

Las imágenes de Santorini llenaban las primeras páginas. Allí estaban las fotos de la piscina, las fotos en bikini. En otras Lucía posaba entre las casas blancas y cúpulas azules, su piel dorada por el sol, el viento jugando con su cabello, su expresión entre enigmática y libre. En algunas fotos, llevaba vestidos de gasa que flotaban a su alrededor como una segunda piel; en otras, simplemente un bikini elegante o una túnica ligera que dejaba entrever sus formas. Todo era sutil, sofisticado.

Graciela pasó una página más y soltó una risa suave.

—No me jodas. Pareces una diosa griega.

Lucía sonrió, pero con una sombra de tristeza en los ojos.

—Era un buen fotógrafo.

—No, Lucía. No era sólo el fotógrafo. Eres tú. La forma en la que miras a la cámara, la manera en que posas… Esto es puro arte.

Graciela siguió pasando páginas, completamente absorta. Las imágenes cambiaban de escenario: un campo de lavanda, una playa al atardecer, un loft de diseño en París. Lucía en cada una de ellas se veía diferente, pero siempre magnética.

—No puedo creer que Matt tuviera problemas con esto —dijo finalmente, cerrando el book y apoyando una mano sobre él—. ¿Estas son todas?

Lucía dudó un segundo.

—Las que quiero que veas.

Graciela entrecerró los ojos.

—Ajá. Eso significa que hay más.

Lucía suspiró y se encogió de hombros.

—Algunas eran más provocativas.

Graciela sonrió con ironía.

—Lo imaginaba.

— No eran porno, si es lo ...