Deseo oculto 5
Fecha: 10/10/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: EROTIKA, Fuente: TodoRelatos
... Toni soltó un gruñido gutural y se corrió con fuerza, llenándome hasta el fondo. Casi al mismo tiempo, Pablo se tensó, y su polla se endureció aún más en mi boca, pulsando y liberando su propio semen en mi garganta.
Mis convulsiones fueron disminuyendo, dejándome exhausta, sin aliento, pero el eco del placer aún resonaba en cada fibra de mi ser. Mis brazos, aún sujetos, temblaban por el esfuerzo. Los cuerpos de los dos se relajaron a mi alrededor, sus respiraciones pesadas y agitadas, mezclándose con la mía.
La oscuridad de la venda permaneció, pero la ausencia de movimiento y la quietud que siguió a la explosión de placer lo hacían todo más evidente. Sentí que Toni se retiraba de mí, un suave roce al salir, y luego el aire frío golpeó mi piel donde antes había estado su calor. La polla de Pablo también se retiró de mi boca, dejándome con el sabor salado de su clímax.
Unos segundos después, sentí el suave toque de la mano de Pablo en la venda. Me la quitó con cuidado, y la luz tenue de la biblioteca me deslumbró por un instante. Parpadeé, mis ojos ajustándose, y los vi a los dos. Estaban de pie frente a mí, abrochándose los pantalones, sus rostros marcados por la satisfacción y una sonrisa compartida que no dejaba lugar a dudas. La biblioteca, ahora en silencio, guardaba el eco de nuestra transgresión, y mis rodillas, temblorosas, apenas podían sostenerme.
Toni, con una sonrisa cómplice que aún me desestabilizaba, terminó de abrocharse el pantalón. Nos lanzó una ...
... última mirada, cargada de picardía, antes de girarse y desaparecer por la puerta de la biblioteca, dejándonos a Pablo y a mí en un silencio denso y cargado. El crujido de la puerta al cerrarse resonó, sellando de nuevo nuestra intimidad, aunque ahora con el eco de una presencia reciente.
Pablo se acercó a mí, sus ojos fijos en los míos. Su expresión era ilegible; no había remordimiento, solo una intensa observación. Me extendió una mano, y yo la tomé, mis dedos entrelazándose con los suyos. El contacto de su piel con la mía, después de todo lo que acababa de pasar, era extrañamente reconfortante. Me ayudó a levantarme, y mis piernas, aún temblorosas, apenas me sostenían.
Él no dijo nada, solo me guio hacia una de las mesas de estudio. Me sentó en una silla y luego se sentó en la de enfrente, observándome en la tenue luz de la biblioteca. El aire aún olía a deseo y a las colonias de ambos, un recordatorio palpable de la transgresión. La gabardina estaba tirada en el suelo, una masa arrugada que ya no ofrecía protección alguna.
El silencio se alargó, pesado con todo lo que acababa de ocurrir. Mis ojos, aún dilatados por la oscuridad de la venda, no se atrevían a desviarse de los suyos. Pablo, con la misma mirada intensa de siempre, fue el primero en romperlo, aunque no con palabras. Levantó una mano y, con un pulgar, limpió suavemente la comisura de mis labios. Me di cuenta entonces del rastro de su semen que aún debía de quedar allí. Un rubor subió por mi cuello.
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