1. La mujer del policía (caps. 1 a 3)


    Fecha: 13/10/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Juan m 8722, Fuente: CuentoRelatos

    ... eléctrico que le subió por la columna, le quemó la piel y le aceleró el pulso. Era excitación mezclada con humillación, una adrenalina que la volvía loca.
    
    —No puedo… no sé si… —balbuceó, débil, casi en un suspiro.
    
    —Shhh —le escupió un poco de saliva directamente en el agujero—. Te vas a dejar. Te vas a dejar romper como una perra bien entrenada.
    
    La escupida cayó caliente y pegajosa, resbalando entre las nalgas abiertas. Él se arrodilló detrás y le escupió otra vez, dos veces más, dejando que la saliva mojara su piel y aumentara la sensación de sumisión.
    
    Luego untó la cabeza de su verga con la misma baba, frotándola hasta que quedó reluciente y humedecida. Estaba dura, gruesa, venosa, con una curva natural que la hacía aún más bestial e invasiva.
    
    Con una mano le abrió las nalgas con fuerza, separándolas y mostrando el camino, firme y sin titubeos. Con la otra mano apuntó, seguro, dueño absoluto del cuerpo y la voluntad de Ana.
    
    —Vas a sentir cómo entra todo. De a poco. Hasta la base. Te voy a empalar, putita.
    
    Y sin más aviso, lo hizo.
    
    El glande empujó, forzó la entrada cerrada. Ana gritó, un grito que no fue solo de dolor, sino de una mezcla extraña y poderosa entre ardor y lujuria intensa.
    
    —¡Dios mío…! ¡Pará…!
    
    —¡Abrite, puta! ¡Abrí ese culito virgen!
    
    —¡No va a entrar!
    
    —¡Ya está entrando! ¡Ya te está abriendo, mirá!
    
    Él empujó más, lentamente pero con fuerza implacable. Ella se aferró a las sábanas, los dedos crispados hasta dejar las ...
    ... uñas marcadas en la tela. Las rodillas se le resbalaron levemente sobre la alfombra, pero mantuvo la postura firme. Aguantaba, sufría, se mojaba.
    
    —¡No puedo! ¡No me va a entrar toda!
    
    —Sí que podés. Mirá… mirá cómo ya se tragó la mitad. Y todavía falta…
    
    La verga siguió avanzando, curva, firme, dominante. Abriendo, rompiendo, conquistando territorio nuevo, prohibido.
    
    —¡Me va a partir…! —chilló, y una lágrima se le escapó sin querer, resbalando por la mejilla.
    
    —Ya te partí, amor. Ya no hay vuelta atrás. Estás ensartada.
    
    El último empujón fue brutal, seco, sin piedad. Llegó hasta la base, golpeándole el culo con la pelvis con violencia.
    
    Ana lanzó un grito ahogado y quedó rígida, temblando, a merced de ese invasor.
    
    —¡No puede ser…! ¡Entró toda… toda!
    
    —Toda. Hasta el fondo. Hasta donde no te llegó nadie. Ni el poli ese.
    
    Él empezó a bombear. Al principio lento, casi como tanteando, probando sus límites. Después cada vez más salvaje, frenético. Cada embestida era un martillazo que hacía vibrar el cuerpo de Ana, que deformaba su culo con cada entrada y salida. Las nalgas se abrían y cerraban, las venas de la pelvis se marcaban con fuerza. Ella estaba empalada sin piedad por esa carne cruda y caliente que no conocía límites.
    
    —¡Me duele… pero me encanta! —jadeó con voz rota—. ¡Me quema… me estás rompiendo!
    
    —Te estoy haciendo mujer de verdad —respondió él, con voz áspera—. Te estoy dando lo que nunca te dieron. Y con tu marido mirándote desde la mesa de ...
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