Grasillas 2: Algo huele raro - Relatos Eróticos

Grasillas 2: Algo huele raro

... volviese a felicitarle o invitarle a comer.

Cuándo fue la hora de la comida su jefe lo llamó por el telefonillo, acudiendo el joven lo más rápido que pudo hasta el despacho. Cuando entró vio a aquel en el sofá, sentado frente a las bandejas, esperandole.

—Ve a por la comida.

Obediente, Juan fue hasta el elevador y sacó de allí las bandejas, siendo pollo para su Jefe y sopa para él. Comieron en silencio, aunque la mirada de Juan no para de levantarse de su plato para volar hasta su jefe, deleitándose con su figura. La temperatura del lugar era mayor que el otro día, sumado al calor que le dió la sopa, hizo que Juan terminase quitándose la americana. En cuanto lo hizo su Jefe lo imitó, quedándose de nuevo solo con una camisa. El joven empezó a babear antes de agitar la cabeza y decir.

—¿Siempre hace calor en este despacho?

—El termostato está roto y empieza a calentar siempre sobre esta hora, prometieron arreglarlo y aquí me tienes, sudando.

El hombre empezó a abanicarse con la camisa hasta que finalmente se levantó, se acercó a la pared y tras apretar, apareció un nuevo compartimiento, este guardaba unas cuantas camisas. Para placer de Juan, el hombre empezó a quitarse la camisa, mostrándole una espalda enorme que se zarandeaba cada vez que se movía un poco. El hombre cogió una camisa y mientras se la ponía fue de nuevo a su sitio, exhibiendo su cuerpo y consiguiendo que el joven mirase al suelo del asombro que sentía.

Tras esto el joven se levantó, se ...

... excuso y volvió a su puesto, con la cabeza llena de imágenes que no podía quitarse de la cabeza. Por alguna razón tenía la necesidad de ver el cuerpo de su Jefe, cuando se quitó la camiseta sus ojos se habían quedado clavados en aquel cuerpo. Su pene se había levantado un instante antes de volver a relajarse, alarmandolo, sintiendo que algo estaba fuera de lugar.

Intentó trabajar pero su mente era incapaz de concentrarse, recordando sin parar el cuerpo de su superior, recreando cada centímetro de su cuerpo. Su pene se volvió a poner duro y durante un segundo pensó en ir al baño para desfogarse, pero la idea de usar el cuerpo de un hombre para hacerlo lo repugno.

El tiempo pasaba y su mente seguía sin poder centrarse cuando el ruido volvió, atrapandolo de nuevo con los flashes. En cuanto la voz del ordenador empezó a sonar apareció el Señor Antonio, de nuevo completamente desnudo y se puso a la izquierda del joven, tan cerca que su barriga estaba apenas a dos centímetros de su cara.

—Ves lo que tienes delante y no puedes creértelo, alguien tan grande, tan guapo, tan varonil, tan hermoso, te está mirando y se fija en ti. Ves su bello cuerpo y necesitas tocarlo, cada centímetro te atrae de como ningún otro cuerpo lo ha hecho, necesitas sentir ese cuerpo, ver que es de verdad, palparlo.

La mano del joven se levantó, tímida y lentamente la posó sobre el cuerpo de su Jefe, tocando su barriga con casi reverencia. Su mano fue pasando por todo su cuerpo, disfrutando del ...