La Camarera Madurita FIN - Relatos Eróticos

La Camarera Madurita FIN

... sintió una oleada de nerviosismo y excitación. Recordó la intensidad de la última noche y cómo, a pesar de la incomodidad inicial, había descubierto un nuevo aspecto de sí misma. Aunque le costaba admitirlo, la idea la intrigaba. Sin embargo, decidió mantener una fachada profesional.

—Bueno, si necesitas a alguien para el evento, puedo hacerlo —respondió, tratando de sonar neutral.

Juan la observó detenidamente, notando su aparente disposición.

—De acuerdo, entonces. Hablaremos de los detalles más cerca de la fecha del evento.

Rosa agradeció su comprensión y volvió a su trabajo, sintiendo una mezcla de anticipación y nerviosismo. Sabía que la despedida de soltero sería un desafío, pero también una oportunidad para explorar aún más su nueva faceta.

Cuando se levantó por la mañana, se encontró pensando en que tenía que hacer algo con su imagen, algo que le hiciese sentirse mejor. Se dirigió a la peluquería dispuesta a cambiar de imagen. Al llegar, Rosa se sentía nerviosa pero emocionada. El ambiente moderno y sofisticado la hizo sentir fuera de lugar al principio, pero pronto se relajó mientras hablaba con la estilista, Clara. Aunque en principio solamente quería cambiar su peinado, después de una consulta animada sobre colores y estilos, Rosa tomó una decisión audaz: quería ser rubia.

Tres horas más tarde, mirándose en el espejo con el cabello recién teñido de un rubio brillante, Rosa no podía dejar de sonreír. Se sentía como si una nueva versión de ...

... sí misma estuviera emergiendo. Clara había cortado y estilizado su cabello de manera que realzaba sus rasgos faciales, y el cambio de color no solo era visible, sino transformador.

Al llegar a casa se llevó una nueva decepción, su marido apenas hizo comentarios apenas de un escueto “te queda bien”. No era lo que ella esperaba, pero no le quedó otro remedio que añadirlo a la lista de desplantes que tenía que sufrir en casa.

La noche había llegado. Rosa se encontraba en el vestuario del restaurante mirando su reflejo en el espejo. El uniforme que Juan le había entregado era aún más revelador que el de la vez anterior: una minifalda que apenas le tapaba el culo y una blusa muy escotada que dejaba al aire su tripa, todo ello acompañado de tacones altos. Mientras se lo ponía, sentía una mezcla de nerviosismo y anticipación. Sabía que la noche sería intensa, pero también estaba decidida a enfrentarla con la mayor profesionalidad posible.

Al salir al salón, la fiesta ya estaba en pleno apogeo. La música retumbaba, y los invitados, ya habiendo bebido bastante, estaban en un estado de ánimo muy festivo. Rosa se movió entre las mesas con una bandeja de bebidas, sonriendo y coqueteando ligeramente con los hombres que la rodeaban.

A medida que avanzaba la noche, los invitados se volvían más atrevidos. Los comentarios se volvían más picantes y las manos más audaces. Un hombre se inclinó hacia ella mientras le entregaba una bebida, sus ojos recorriendo su cuerpo de manera ...