La Camarera Madurita FIN - Relatos Eróticos

La Camarera Madurita FIN

... descarada.

—Eres una alegría para la vista —dijo, su voz cargada de insinuación.

Rosa sonrió, tratando de mantener una actitud profesional, pero no pudo evitar sentirse un poco halagada.

—Gracias. ¿Puedo ofrecerte algo más? —respondió, manteniendo su tono amigable.

—Claro que puedes. — Las carcajadas de sus compañeros hicieron que Rosa enrojeciera.

Con actitud desinhibida y con disimulo las manos de los hombres comenzaron a deslizarse por su espalda, bajando hacia sus caderas. Sentía sus toques, a veces suaves, a veces más firmes, y aunque inicialmente intentó mantener una distancia profesional, la intensidad de la atención empezó a tener un efecto en ella. Su cuerpo respondía involuntariamente, una mezcla de incomodidad y una creciente excitación.

El novio de la despedida, claramente uno de los más animados, la tomó de la mano y la atrajo hacia él.

—Vamos, nena, esta es una fiesta. Relájate un poco —dijo, susurrándole al oído.

Rosa, sintiendo una oleada de adrenalina, decidió dejarse llevar un poco más. Sonrió y permitió que los hombres la rodearan, disfrutando de la atención. Las manos comenzaron a explorar más audazmente, acariciando sus muslos, su cintura, su espalda. Cada toque enviaba ondas de excitación por su cuerpo, y pronto se encontró respondiendo a las caricias de manera más abierta.

Uno de los hombres, con una sonrisa traviesa, deslizó su mano por debajo del borde de su falda, acariciando la piel suave de su muslo. Rosa contuvo la ...

... respiración, sintiendo cómo la excitación se acumulaba en su interior. Cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por las sensaciones.

La fiesta continuó, y Rosa se encontró cada vez más inmersa en la atmósfera cargada de sensualidad y deseo. Los hombres la halagaban, la tocaban, la hacían sentir deseada. Aunque sabía que era parte de su trabajo, no podía negar la excitación que crecía dentro de ella. Se sentía viva, vibrante, y, por primera vez en mucho tiempo, en control de su propia sensualidad.

De repente, el novio de la despedida, un hombre alto y con una sonrisa juguetona, se acercó a Rosa con una mirada traviesa en los ojos.

—Vamos, hermosa, ven a bailar conmigo —dijo, tomando su mano y llevándola hacia el centro del salón.

Rosa, sintiendo una mezcla de nerviosismo y excitación, permitió que la guiara. Los invitados aplaudieron y vitorearon mientras el novio la conducía a la pista de baile. La música se volvió más sensual, y el ambiente se llenó de expectación.

El novio comenzó a bailar cerca de Rosa, sus movimientos eran seguros y sensuales. Poco a poco, se fue acercando más, sus manos empezaron a recorrer su cuerpo de manera más audaz. Rosa sintió cómo la adrenalina corría por sus venas, mezclándose con una creciente sensación de excitación.

—Bailas muy bien guapa —susurró el novio al oído, mientras sus manos se deslizaban por su espalda.

Mientras bailaban, Rosa sintió cómo el novio comenzaba a subir lentamente el borde de su faldita. Sus manos ...