Pesadillas de terror. La señora Isabel. parte 2 - Relatos Eróticos

Pesadillas de terror. La señora Isabel. parte 2

Aquel día no podía olvidar la pesadilla que había tenido la noche anterior, había sido tan real, incluso me dolía el culo en algunos momentos y rápidamente iba al espejo a mirarme y comprobaba que estaba intacto. Vi a la señora Isabel como de costumbre en su jardín, mimando cada planta, vestida con sus botas altas de lluvia y sus guantes de goma. Mi cabeza me estaba engañando, todo había sido una simple pesadilla pero había momentos que sentía como si la señora Isabel fuera consciente de mi sueño. En un momento determinado la vieja señora giró su rostro hacia mí desde su jardín, agarró sus guantes largos de goma y comenzó a enfundárselos mirándome fijamente con una sonrisa perversa en su rostro, una sonrisa sádica igual que la de mi pesadilla.

Esa noche me tumbé en el sofá de casa y como cada noche encendí la televisión. Mi madre se fue a dormir pronto estaba cansada de tanto trabajar, yo me quedé viendo una aburrida película. Los ojos se fueron cerrando poco a poco presa del aburrimiento de la película, hasta que caí completamente dormido. Volví a introducirme en la misma pesadilla que la noche anterior, empezó donde me había despertado. La pesadilla volvía a repetirse.

La vieja señora Isabel me había propinando un terrible castigo. Tenía el culo completamente marcado, algunas zonas completamente rojas, otras moradas y en algunas partes unos pequeños sabañones del impacto que su cable de goma me había causado al impactar en mi culo repetidas veces sobre la misma zona. ...

... Sentía un dolor intenso, la vieja señora había sido terriblemente cruel conmigo azotándome. La vieja señora se dirigió hacia la puerta de salida del sótano. Abrió el candado que cerraba la puerta y antes de salir de aquella instancia dirigió su voz hacia mí:

-Cuando regrese continuaré con tu castigo. Te aseguro que vas a aprender a respetarme, nunca volverás a faltarme al respeto. – La señora Isabel cerró la puerta y colocó el candado desde el exterior dejándome encerrado en su sótano.

Me encontraba a solas en el sótano de la vieja y voluptuosa señora Isabel. Intenté escapar, ya lo había intentado en varias ocasiones, el resultado fue el mismo, no conseguí absolutamente nada. Era imposible romper las cadenas que anudaban mi cuello al collar grueso de perro. Las esposas de metal a mi espalda cada vez eran más dolorosas, el metal me apretaba más, estaban demasiado apretadas. Mis pies continuaban atados por una cuerda áspera y no cedían. Admití que no podría salir por mi propio pie de aquel sótano, no había la menor esperanza de poder escapar. Mi siguiente intento fue intentar pedir ayuda, mi casa estaba a tan solo unos metros de la casa de la vecina Isabel. Tan solo tendría que gritar y me escucharía mi madre o cualquiera que pasase por aquel lugar. Cada vez que intentaba gritar o quejarme por el dolor lo único que conseguía es que mi lengua degustase más el sabor sucio de las bragas de la señora Isabel. Tenía sus bragas introducidas hasta el fondo de la boca, notaba como ...