Atrapados en el ascensor 5: el culo de mamá - Relatos Eróticos

Atrapados en el ascensor 5: el culo de mamá

... Últimamente he estado muy liado con los estudios.

- Lo entiendo y estoy muy orgulloso de ti.

- ¿No está Angélica en casa?

- ¿Por qué ya no la llamas mamá?

-Me siento más cómodo así, por respeto a mi verdadera madre.

- Como quieras. No, no está, salió temprano a hacer la compra y aún no ha vuelto.

- Mejor, así nos ponemos tú y yo al día.

- Claro, ven a la cocina a tomar algo.

- ¿Cómo va el trabajo?

- Bien, ahora tenemos una faena muy buena.

- Me alegro mucho. ¿En qué consiste?

- Nos han encargado la decoración navideña del Excelsior.

- Pero ese edificio es enorme.

- Sí, llevamos ya casi un mes, estamos a punto de terminar.

- Eres un genio.

Mi padre se había pasado toda su vida yendo de un trabajo a otro, siempre en oficios temporales, y teniendo que estar mucho tiempo en el paro. Estaba ya harto de todo aquello y, rozando los cincuenta, se embarcó en la creación de su propia empresa. Él y sus empleados se dedicaban a cualquier cosa para la que estuvieran dispuestos a contratarlos, desde pequeñas obras, a montar andamios, escenarios o, como en ese caso, la decoración de Navidad de grandes superficies.

Seguí poniéndome al día con mi padre y mi hermano, aprovechando la tranquilidad que nos ofrecía la ausencia de Angélica. Pero no podía durar eternamente. A pesar de que hacía horas que se había ido a la compra, esa mujer volvió con las manos vacías y una sonrisa que le desapareció nada más verme, aunque fingió estar encantada de ...

... reencontrarse conmigo.

- Ferran, no sabía que venías.

- Ha sido una decisión de última hora.

- Pues me alegro de verte.

- Igualmente, Angélica.

- ¿Todavía sigues con esa tontería de llamarme por mi nombre?

- ¿No te gusta?

- Es tu decisión, pero me gustaba más cuando me llamabas mamá.

- Lo intentaré.

- Con eso me basta. ¿Tienes hambre?

- La verdad es que sí.

- Me cambio de ropa y te preparo tu plato favorito.

Durante unos segundos me pareció estar delante de la Angélica buena, la que me crio. Pero la experiencia, y sobre todo la mirada de mi hermano, me decía que no debía confiarme. Mi padre me llevó al salón para enseñarme las últimas reformas que había hecho en la casa y eso impidió que Berni me explicara el motivo por el que me había hecho volver.

La comida siguió la misma línea que el recibimiento. La mujer de mi padre continuó mostrándose encantadora y no paró de hacerme preguntas respecto a mi periplo universitario. No quería confiar en ella, pero tampoco podía estar todo el rato en tensión, a la espera de una mala palabra para que volvieran las habituales discusiones entre nosotros.

Una vez que terminamos de comer me fui a mi habitación con la intención de descansar un rato. Hasta ese momento todo había ido bien, al menos el ambiente era más tranquilo que cuando me fui. Estaba a punto de quedarme dormido cuando mi hermano irrumpió en mi cuarto. Cerró la puerta con mucho sigilo y sentó en mi cama, dispuesto a contarme todo.

- ¿Me ...