-
La última tarde
Fecha: 26/10/2025, Categorías: Gays Autor: Maesu, Fuente: CuentoRelatos
... pagado, no tenía más que hacer allí. Le acompañé a la puerta, desnudo, y le despedí con un beso apresurado. Cuando volví a la habitación estabas de pie, tu silueta rechoncha recortándose contra la tenue luz de la tarde, tu polla más dura que nunca señalándome, su cabeza pringosa y brillante de mi saliva y tu líquido preseminal; me mirabas con ojos turbios y ardientes, tu pecho subiendo y bajando al ritmo de tu agitada respiración. Eras, más que un hombre, un animal en celo, y esa brutalidad que emanabas en momentos como aquel me llenaba de excitación: yo era tu presa, tu juguete, y me gustaba serlo, a qué negarlo a estas alturas. No tuviste ni que hablar para que yo me arrodillase a comerte la polla. Sabía lo que deseabas, y yo deseaba más que nada complacerte. Menos mal que no se te ocurrió en aquel momento pedirme que te chupara el ojo del culo, ni hacer que te besara los pies, porque lo hubiera hecho. Lo hubiera hecho, maldita sea, y encima lo hubiera disfrutado. Habría aceptado que te me meases encima y te hubiera dado hasta las gracias, así de desquiciado me tenías. Te miré la cara y vi que gozabas de la mamada que te estaba pegando, empezaste entonces a contarme no sé qué asquerosidades de cómo y dónde habías conocido a tu amigo y de otras andanzas tuyas que no reproduciré. Recuerdo que me diste asco, pero ese mismo asco me excitó de una forma monstruosamente irresistible. Necesitaba sentirte dentro. Necesitaba que me mancillases más todavía. -¿No quieres ...
... follarme? -¿Quieres que te folle, mi amor? -Sí… lo estoy deseando. -Pídemelo, zorra mía. -Fóllame amor mío… -Pídemelo por favor… -Por favor fóllame… rómpeme el culo… Te gustaba que te suplicase. Te encantaba verme a mí, que hubiese podido borrarte de la faz de la tierra de un sopapo, convertido en una zorra sumisa que te rogaba que me follaras, que te corrieras en mi cara, que me dieras azotes en el culo. Y yo, aunque ahora me dé reparo recordarlo, estaba feliz de darte ese gusto y de que me utilizaras como se utiliza a una muñeca hinchable o a un pañuelo con el que se limpia uno la lefa después de correrse. Cuando consideraste que te hube suplicado lo suficiente me hiciste poner a cuatro patas sobre la cama, te pusiste un condón (tú sí te protegías, cabronazo) y me metiste la polla entera de golpe. Ya tenía el culo abierto por la follada que me acababa de dar tu amigo y me entró hasta los cojones fácilmente. La recibí con un chillido de placer, el vello se me erizó, y noté que se me caía levemente la baba. No es que la tengas muy grande tampoco, pero no sé cómo lo hacías que siempre que me la metías acertabas a clavarme la cabeza de tu rabo en un punto que al ser estimulado hacía que se me aflojasen las piernas y se me nublase la cabeza. Me follaste sin miramientos, ayudado por la lubricación extra del esperma de tu amigo que ayudaba a tu rabo a deslizarse dentro y fuera de mi ano, dejando correr por mis muslos venillas de leche aún caliente. Me ...