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La pijamada de mi hija
Fecha: 30/10/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Perverx, Fuente: SexoSinTabues30
La casa, por fin, olía a chicle y no a mis jodidas facturas de la oficina. Anabella, mi pequeña demonio de ocho años, estaba eufórica. Había conseguido permiso para esa estúpida pijamada con sus amiguitas. Cuatro mocosas gritonas correteando por el living, pintándose las uñas de colores chillones y cuchicheando secretos que seguramente involucraban al último youtuber de moda. Mi mujer, Laura, estaba en su salsa. Le encantaba organizar estas cosas, ser la anfitriona perfecta. Yo, en cambio, solo veía el caos inminente y la certeza de una noche de insomnio. Pero bueno, era un fin de semana. Podía soportarlo. Por Anabella, claro. Siempre por Anabella. Mientras las nenas montaban su fuerte de almohadas en el living, Laura me lanzó una de sus sonrisas cómplices. «Voy a pedir unas pizzas, ¿te parece?». Asentí, aliviado de no tener que lidiar con la cocina. Subí a mi despacho con la excusa de revisar unos mails. La verdad es que necesitaba un respiro del torbellino infantil. Me serví un whisky doble, el primero de muchos, seguramente. Me asomé por la ventana y vi a las madres dejando a sus hijas. Todas con esa mirada de «confío en ti, Laura». Pobres ilusos. La noche avanzó entre risitas agudas y canciones pop a todo volumen. Bajé un par de veces para rellenar mi vaso y asegurarme de que no prendieran fuego la casa. Laura parecía disfrutarlo, metida en el papel de madre divertida y permisiva. Yo asentía con una sonrisa forzada y volvía a mi refugio en el segundo ...
... piso. Alrededor de la medianoche, el silencio comenzó a imponerse. Las pequeñas guerreras del sueño fueron cayendo una por una, rendidas ante el cansancio y la sobredosis de azúcar. Laura recogió los restos de la batalla campal y luego subió a la habitación. «Por fin», pensé, apurando mi trago. Laura se metió en la cama y me dio un beso en la mejilla. «Buenas noches, cariño». «Buenas noches», murmuré, aunque sabía que mi noche recién comenzaba. Esperé unos minutos, hasta que su respiración se hizo profunda y regular. Me levanté en silencio, abrí la puerta de mi despacho y saqué la botella de whisky. Necesitaba relajarme de verdad. Volví a asomarme a la ventana. La calle estaba desierta, iluminada por la tenue luz de las farolas. Un aire fresco entraba por la ventana entreabierta. Bajé las escaleras con la botella en la mano. En el living, bajo una tenue luz de noche con forma de unicornio, dormían las cuatro niñas. Anabella, en el medio, con una sonrisa angelical en los labios. Me quedé observándolas un momento. Tan pequeñas, tan inocentes… y tan ruidosas durante el día. Me serví otro whisky y me senté en el sillón, frente a ellas. La casa estaba en silencio por primera vez en horas. Un silencio casi hipnótico. Mi mirada se detuvo en una de las niñas, la que tenía el pelo rubio y rizado. No recordaba su nombre. Tenía una manta rosa cubriéndola hasta el cuello. Una de sus manitas asomaba, pequeña y delicada. Bebí otro sorbo de whisky. La noche era joven ...