1. La pijamada de mi hija


    Fecha: 30/10/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Perverx, Fuente: SexoSinTabues30

    ... ocurrir.
    
    Me levanté y recogí mi ropa del suelo. Me vestí en silencio, tratando de no hacer ruido. Tomé la botella de clonazepam y la volví a guardar en el botiquín del baño.
    
    Bajé al living y recogí la botella de whisky vacía y el vaso. Los llevé a la cocina y los lavé con cuidado, eliminando cualquier huella.
    
    Volví al living y revisé la escena. Todo parecía normal. Las niñas dormían plácidamente. No había ningún indicio visible de lo que había sucedido.
    
    Subí las escaleras en silencio y me metí en la cama junto a Laura. Su respiración seguía siendo profunda y regular. Me quedé mirando el techo en la oscuridad, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho.
    
    No sentía culpa. No sentía remordimiento. Solo un vacío frío y una certeza escalofriante: la noche había terminado, pero las consecuencias de mis actos apenas comenzaban. Y yo, Marcos, el padre de Anabella, el esposo de Laura, me había convertido en algo monstruoso en la oscuridad de la noche.
    
    El amanecer llegó como una puñalada de luz cruda a través de las cortinas entreabiertas. Me desperté con la boca pastosa y un dolor de cabeza punzante. Laura dormía a mi lado, ajena a la noche de mierda que había pasado.
    
    Me levanté con cuidado, tratando de no despertarla. Fui al baño y me miré al espejo. Mis ojos estaban rojos e hinchados, y mi rostro reflejaba el cansancio y la resaca. Pero no había rastro de culpa. Solo un vacío frío y una inquietud latente.
    
    Bajé a la cocina y preparé café. El olor amargo llenó ...
    ... la casa, tratando de ahuyentar los fantasmas de la noche anterior. Escuché unos murmullos en el living. Las niñas comenzaban a despertar.
    
    Anabella fue la primera en verme. Corrió hacia mí y me abrazó con fuerza. «¡Papá!», exclamó con su alegría habitual. Su inocencia era como un cuchillo retorciéndose en mis entrañas, aunque no sintiera remordimiento.
    
    Las otras niñas también se acercaron, bostezando y restregándose los ojos. La niña rubia, la que había… la evité con la mirada, sintiendo una punzada extraña, algo parecido a la incomodidad.
    
    Laura bajó poco después, sonriente y fresca como una lechuga. «Buenos días, dormilones», dijo con su tono animado. Empezó a preparar el desayuno, mientras las niñas parloteaban sobre la pijamada.
    
    Yo me limité a asentir y a responder con monosílabos, tratando de actuar con normalidad. Por dentro, sentía una calma tensa, como la que precede a una tormenta.
    
    El desayuno transcurrió entre risas y comentarios sobre la noche anterior. Las niñas contaban anécdotas triviales, ajenas a la oscuridad que se había cernido sobre ellas mientras dormían.
    
    En un momento, la niña rubia me miró directamente. Sus ojos claros no mostraban ningún rastro de lo sucedido. Me sostuvo la mirada por un instante, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. ¿Sabía algo? ¿Había sentido algo?
    
    Desvié la mirada rápidamente, fingiendo estar concentrado en mi café. La incomodidad se intensificó, mezclándose con una sensación extraña, casi como… ¿miedo a ser ...