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corrompiendo a mamá
Fecha: 05/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... dirigí a mear al baño que tenemos en el segundo piso y que, para colmo, queda frente a mi cuarto. Lo que no preví fue que al abrir la puerta me encontraría con una imagen de lo más dantesca. Lo normal habría sido que al entrar al baño y ver que mi madre estaba en la tina, desnuda, con las piernas abiertas y haciendo no sé qué, yo me diera la media vuelta y largarme de ahí, no quedarme como idiota viendo esa imagen tan procaz. “¡Mierda!” Con un aliento seco entrecerré la puerta de inmediato, y me quedé viendo por la rendija lo que pasaba. Es que mamá ni siquiera se enteró que abrí la puerta. De hecho estaba tan concentrada haciendo algo que de primera vista no advertí que tampoco escuchó mi fuerte suspiro. Dos enormes pechos sonrosados flotaban sobre el agua de la tina de baño como si fuesen globos de carne que acabasen de hinchar. La espuma apenas cubría la mitad de sus areolas y la punta de sus endurecidos pezones. Sus ovalados y pequeños talones estaban levantados, apoyados a la altura de los bordes de la tina, formando una “V”, y esa obscena posición me supuso una impresión que me dejó helado momentáneamente. “¡Dios santo!” Mamá es la mujer más hermosa que se puedan imaginar. También la más discreta, amable y angelical. Por eso me he quedado de cuadros con lo que he visto. Es que nunca había advertido que fuese tan sexy. Tan demencialmente sexy. Sus ojos son grandes, tiernos, entre verde y azul, y su cabello cenizo, tirando a rubio, color que suele ...
... acentuarse cada dos meses con su amiga Denisse, le llega justo a la altura de sus pechos. Sus labios son gruesos, como almohadillas suaves, y del color de sus pezones, ahora lo sé; sonrosados. Su rostro es delgado, pero ovalado. Mirada dulce, discreta, cautelosa. De semblante ingenuo, nada malicioso, por el contrario, siempre irradiando buena vibra. Por eso quedé aturdido con ese gesto tan prosaico y lujurioso que tenía. Mordiéndose sus gruesos labios, bufando de placer, sumergida en el insaciable deseo. “¡Pero qué es esto!” Esa no parecía mi madre, aunque fuese ella. Esa mujer sumergida en la tina, de semblante lujurioso, con los pechos de fuera y las piernas abiertas no era la misma que solía consentirme todos los días, la que iba a misa los domingos, a sus reuniones bíblicas dos días a la semana y que se desvivía abnegadamente por atender a mi padre y ser ejemplo de rectitud para mi hermana menor. No, no era ella aunque lo fuera. Yo en serio estoy aturdido, impresionado. “¡Mamá!” grité en mi mente confundida. Vi Movimientos estudiados con sus manos, que estaban ocultas debajo de las aguas a la altura de la entrepierna. Iban hacia abajo y hacia arriba, o lo que es lo mismo: iban de adentro hacia fuera. Hiperventilaba. El color de su voz era suave pero desesperado. Sus ojos grandes, entrecerrados. Su cara de viciosa contrastaba con su antigua mirada maternal. El detalle de su boca entreabierta, por donde emitía insistentes jadeos, le conferían un ...