La cena - Relatos Eróticos

La cena

... acompañarnos al salón.

Se notaba el exquisito gusto de aquel hombre que había sabido darle un toque moderno a una casa centenaria en la que se respiraba historia. Jarrones, sillones y cuadros de antepasados convivían con toques de modernidad a base de puntos luminosos localizados, pequeños muebles sencillos y flores desenfadadas. Se notaba la mano de una mujer, no cabía duda y ese pensamiento hizo que me sintiera incómoda de repente. En un acto reflejo, me cogí más fuerte del brazo de mi marido y él me devolvió el gesto con una sonrisa, lo cual hizo que me calmara.

Habíamos llegado al salón en el que varios hombres de pie tomaban unas copas charlando y varias mujeres estaban, unas a su alrededor y otras sentadas, charlaban en conversaciones quedas por debajo de la música que ofrecía un cuarteto de cuerda desde una esquina.

La puesta en escena estaba siendo espectacular. A pesar de sentirme elegante antes de entrar, me fui empequeñeciendo hasta que, de repente, mi mirada tropezó con la del director que, al verme, se acercó a darnos la bienvenida. Parecía que se me iba a salir el corazón, temblaba como nunca antes lo había hecho. Tenía ante mí al hombre que había sido capaz de que tuviera un orgasmo sin tocarme.

No sabía qué hacer, dónde ponerme, qué decir, nada. Mi parálisis afectaba a todo mi cuerpo. “Vamos, te presentaré a mi esposa”, me dijo. Y sin soltarme la mano, me llevó ante una hermosa escalera de la que empezaba a bajar una mujer joven que me hizo ...

... estremecer, más de lo que ya estaba. Las luces se atenuaron de repente y un foco la iluminó solo a ella. Llevaba un vestido sutil, quizá blanco, quizá azul claro que caía desde sus hombros acariciando su cuerpo y llegaba hasta sus pies desnudos. Mientras bajaba, sus cabellos comenzaron un juego ora sobre sus hombros y brazos, ora sobre su espalda.

El vestido era una sencilla túnica que mostraba las curvas bruscas de su cuerpo con cada movimiento. En la mitad de la escalera se detuvo un momento y miró a los invitados. Parecía una criatura salvaje que estuviera perdonando la vida a todos los asistentes. Entonces sonrió. Nadie podía retirar la mirada de aquella aparición. Yo miraba a los asistentes y sus caras lo decían todo. Nosotras hubiéramos querido parecernos a ella y ellos se la comían con los ojos, unos ojos que la devoraban y deseaban tenerla entre sus brazos.

Rob, que así se llamaba el director, se acercó a ella y le dio un beso apasionado en los labios, Tanto, que nos quedamos un tanto desconcertados. “Querida, te presento a mis amigos y sus esposas”.

La joven se acercó a nosotros y nos fue besando uno a uno. A todos nos besó y nos impregnó de un perfume que sobresalía por encima del de los demás. Miré a mi marido al que se le caía la baba y no era para menos. Me quedé totalmente empequeñecida al lado de aquella mujer y de aquel beso apasionado que nos dejó a todos boquiabiertos.

Cuando me repuse, me acerqué a las mujeres, conocía a alguna y me fue más fácil ...