La cena - Relatos Eróticos

La cena

... presentarme. Ellas hicieron lo mismo y no pudimos evitar comentar el beso. La joven se fue al lado de su marido que charlaba con los hombres.

La temperatura emocional había subido varios grados y mi cuerpo sentía emociones encontradas. Por una parte deseaba devorar a Rob, por otra, no hubiera desdeñado hacer el amor con esa mujer y por otra, me sentía un tanto desplazada por esa presencia deslumbrante, aunque, mirando de reojo a los hombres, veía cómo posaban sus miradas en mí y eso me hacía sentir bien.

Era hora de cenar. Un mayordomo abrió una puerta corredera y dentro vimos un ambiente totalmente distinto. Una gran mesa circular presidía la estancia bien iluminada por focos estratégicamente colocados. En total éramos doce parejas y había seis mayordomos detrás de las sillas. Fuimos entrando y uno de ellos nos fue colocando. Para sorpresa, vi que no nos sentamos con nuestras parejas sino que nos alternaron los hombres y las mujeres para estar con otras parejas a nuestro lado. La separación entre las sillas era holgada de forma que no nos sentíamos apretados. Los hombres eran bastante atractivos lo cual se agradecía y las mujeres no se quedaban atrás. Y aunque los anfitriones sobresalían, empecé a sentirme más a gusto.

La conversación, al principio forzada, se fue haciendo amena, comentando el aspecto de la casa, de los anfitriones y de la excelente comida que iba apareciendo mientras charlábamos. Sin darnos cuenta, la iluminación se fue apagando conforme avanzaba ...

... la cena. Era algo imperceptible que el subconsciente agradecía por el efecto del vino que entraba suave y hacía su efecto minutos después.

Empezaba a costarme distinguir incluso a mis compañeros, tal era la poca intensidad de la luz. La música, muy suave al principio, llegó un momento que se escuchaba por encima de la conversación y en ese ambiente, la mujer de Rob, a la que distinguía por su vestido claro, se levantó y empezó a contonearse en una especie de baile erótico al compás de la música. Rodeaba a su marido en suaves movimientos, ahora una pierna encima de su regazo, después sus pechos en su cara y seguía moviéndose. Sin darnos cuenta, todos callábamos y mirábamos. Era todo un espectáculo sensual y agradable a la vista. Habían sabido crearlo y todo fue como muy natural, como si fuera normal que al finalizar la cena, alguien hiciera un baile sensual.

Cuando pensábamos que todo iba a terminar, se levantó él y empezó a desnudarse bailando con su compañera, sin apenas rozarse, mirándose lascivamente. Ya tenía su torso desnudo y seguía moviéndose con agilidad. Yo no sabía si aplaudir o esperarme a ver qué pasaba, cuando los movimientos se fueron haciendo más y más sensuales. Ella se soltó el vestido y se quedó completamente desnuda. Él la deseaba y empezaba a rozarla por todo el cuerpo. Los hombres empezaban a soltarse las corbatas y las pajaritas que parecían apretarles demasiado.

Miré a mis compañeros, primero a uno y después al otro y lo que me devolvieron no ...