Clases Particulares 11 - Relatos Eróticos

Clases Particulares 11

... hacer una foto, con la tontería le sobaban, querían darle su teléfono…si estaba yo delante, marcaba territorio. Como muchos chicos, es muy inocente y no se da cuenta de que está muy bueno, y empieza a ser un personaje público, de éxito. Y con tanta lagartona…Ahora casi deseo que se lie con alguna, para sentirme yo mejor. Bueno, que solo tontee, que aún me celo. Que mala persona soy.

He pedido una hamburguesa en la cafetería. Rober, come a mi lado, pensativo. Para lo que es él, está muy callado. Supongo que la situación le ha dado corte, o mis gritos. Tengo mi genio. Como dice Mónica, soy de mecha corta. Y cada vez más. Estoy en ebullición por todos los cambios en mi vida. Mister Fucker, menos conmigo, se compromete a hacerme una copia del almacén y no quedamos en nada mas, aunque tenemos cosas pendientes. Lo sabe él y lo sé yo, aunque disimulemos. Pero me atrae como una polilla a la luz.

Llego a eso de las cuatro al Velvet. El lugar se ve vacío, desangelado. Apenas hay coches aparcados delante. Creo que es la primera vez que vengo de día. Y se ve distinto.

Álvaro me espera en la puerta lateral, la del personal. Pasamos de largo la propia sala en sí y torciendo a la izquierda subimos por una escalera. Me va explicando la distribución del sitio.

- Para comprar la nave, vendí el anterior local y mi piso del centro. Ahora vivo arriba, en un loft que me he montado – señala otro tramo de escaleras. - Así no gasto en desplazamientos.

Se ríe y entramos en su despacho. ...

... Durante casi dos horas me explica muchas cosas. Hasta saca unos libros de cuentas. Me burlo un poco de él, diciéndole que para eso está el Excel. Me deja sin palabras al encender su PC y mostrarme un programa de gestión. Muy profesional. Tomo muchas notas en mi portátil. Tiene una cafetera de capsulas y me prepara un café.

Tras un buen rato tecleando en mi portátil, me estiro un poco y cruje mi espalda. Me duele. Hago un gesto. Creo que me estoy dando demasiada caña en el gimnasio. Los nervios. Me pregunta y le cuento mis rutinas. Se levanta y me dice que le acompañe. Subimos otra planta y entramos en un espacio abierto. A un lado tiene montado un gimnasio con máquinas y un tatami. En el otro lado, sin tabiques de por medio, una pequeña cocina con un salón. El espacio es diáfano y entra mucha luz, casi todo el techo es de cristal, transparente. Las paredes son muy altas, en hormigón y ladrillo visto. Al fondo, hay una división con una puerta cerrada que supongo que llevará al dormitorio y baño.

Me descalzo al subir al tatami. En un lateral, cuelga del techo un saco de boxeo. Acaricio el cuero, distraída. Me acuerdo de mi padre. De un pequeño armario pegado a una pared saca un bote. Me dice que eche el líquido y frote por la espalda un par de veces al día, que hace milagros. Se lo agradezco y le hago cumplidos por su casa. Me encanta.

Álvaro viste casual, con pantalones piratas negros y una camiseta ceñida blanca. Se notan músculos por todas partes. Joder, estoy muy ...