1. Una madrastra insaciable (15)


    Fecha: 16/11/2025, Categorías: Incesto Autor: Gabriel B, Fuente: TodoRelatos

    ... quebrarme.
    
    —Las putas cobran —dice ella, repitiendo lo mismo que le había dicho yo.
    
    —Claro, pero lo estuve pensando y… vos cobrás muy caro. Porque vos te llevás mi cordura.
    
    La escucho reír. Entonces la penetro. Mi verga entra con increíble facilidad en esa húmeda cavidad. Amarai gime. Un gemido que hace que le hunda la verga más adentro.
    
    —Mirá cómo te dejás coger de parado —sigo, mientras le beso el lóbulo de la oreja, y con la otra mano le recorro la espalda mojada—. Así toda mojada, toda rendida, toda entregada.
    
    Empiezo a moverme con más intensidad, con furia contenida, con hambre acumulada. Le hablo entre dientes, al oído, mientras la embisto desde atrás.
    
    —Así me gusta verte, así, calladita… con la boca abierta y la concha bien llena.
    
    Otro gemido. Esta vez más largo. Más agudo. No me detengo. Las palabras hacen todo más excitante. Su denigración hace todo más placentero.
    
    —¿Ves? ¿Ves cómo terminaste? Cogida por tu hijastro en el baño de tu casa. ¿Tanto te gusta la pija? ¿Tan descontrolada estás? Entonces tomá. Acá tenés. En esta casa nunca te va a faltar un pija. Mientras yo esté acá, no.
    
    Le beso el cuello, le muerdo el hombro. La siento empapada, y no solo por el agua que cubre todo su cuerpo.
    
    —Qué mojada que estás, dios mío. Es increíble lo mucho que te gusta que te garchen. No podés parar de coger, ¿no? Por más que quieras, siempre vas a terminar rendida a una pija. Bueno, yo me voy e encargar de ser el que siempre te llene esta conchita ...
    ... tan rica.
    
    Le acaricio los senos otra vez, esta vez con más fuerza, como si quisiera dejar marcas. Ella Juega con mis dedos, los atrapa, los aprieta. Su espalda se arquea más. Su respiración se vuelve un jadeo constante, como un mantra. Y yo sigo enterrándole la pija como si no hubiera un mañana.
    
    —Te encanta que te diga guarangadas, ¿no? —le escupo entre besos—. Te calienta que te trate como si no valieras nada.
    
    La mano me tiembla en su cintura. La otra le aprieta el pecho con un ritmo que acompaña mis caderas. Ella solo emite gemidos que se intensifican cuando le meto la pija hasta el fondo o cuando le hablo.
    
    —Pero valés. Sos una reina —le digo, sorprendiéndome a mí mismo por decirle esas palabras que contradicen las otras frases denigrantes que le había largado—. Y estás acá, toda para mí, gimiendo como una puta.
    
    Mis movimientos se hacen más fuertes, más profundos. Me hundo en ella, la abrazo desde atrás, pegando mi torso mojado al suyo. El agua nos cubre. El vapor nos envuelve. Somos una sola silueta temblando bajo la ducha.
    
    Me detengo un segundo para mirarla. La tomo del mentón, le giro la cara hacia mí. Le veo los ojos húmedos. La boca entreabierta. La expresión perdida.
    
    —Me volvés loco. Por vos mataría.
    
    Ella no dice nada, pero no hace falta. Su culo late en mi pelvis. Su concha me pide más. Sus gemidos me arrastran.
    
    Sigo. Una, dos, mil veces. Hasta que no sé qué día es, ni en qué parte de su cuerpo estoy apoyado. Solo sé que no quiero salirme ...
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