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Aylen, una puta en CFE
Fecha: 20/11/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Hetero Infidelidad Autor: A-relatora, Fuente: SexoSinTabues30
El sol pega duro en la Ciudad de México, y aquí estoy, parada frente a las oficinas de CFE, con el sudor resbalándome por la nuca y el ruido de los carros y los puestos de garnachas llenándome los oídos. Llevo semanas viniendo a este lugar, como un montón de pobres diablos que se amontonan con sus folders llenos de copias, todos soñando con que les den un hueso en esta empresa del gobierno. Yo, la verdad, no estoy tan desesperada por el trabajo. Mi marido puede mantenerme muy bien, sin problemas, pero yo quiero mi propio dinero. Hoy traigo unos jeans negros que me abrazan el culo como si fueran una caricia. Mis nalgas, mi orgullo, redondas, duras, en forma de durazno no pasan desapercibidas. Siento las miradas de todos. El tirante de mi microtanguita roja asoma por la cintura, un detalle que sé que vuelve locos a los que se atreven a mirar. Arriba, una blusa negra ajustada, con un escote que deja poco a la imaginación, marcando mis tetas blanquitas, copa B, redonditas, con los pezoncitos rosados que se adivinan bajo la tela porque no traigo bra. Mi cabello castaño, lacio, me cae a media espalda, moviéndose con cada paso. Mis ojos miel brillan con esa chispa de zorra que no puedo apagar, y mis labios carnosos en forma de corazón están pintados de un rosa discreto pero coqueto. Mis blancos y el tatuajito de una rosa en mi tobillo izquierdo le dan el toque final a mi look de “esposita perfecta que en realidad es una puta”. Me recargo en una pared, cruzo los brazos para ...
... que mis tetas se levanten un poquito más, y echo un ojo a la bola de gente que espera igual que yo. Ahí está Claudio, un tipo que conocí hace unas semanas. Tiene 38 años, es alto, moreno, con una vibra de cabrón que sabe lo que quiere. Está casado, como yo, pero eso no nos frena. Al contrario, el wey se la pasa poniendo los cuernos a su vieja, una pendeja que no tiene ni idea de lo que su hombre anda haciendo. Claudio y yo empezamos hablando pendejadas, pero poco a poco la cosa se ha ido calentando. Me encanta cómo me mira, como si quisiera arrancarme los jeans y comerme viva. Y yo, pues, no me hago la difícil. “Mis nalgas, mis reglas”, pienso, mientras le sostengo la mirada y me paso la lengua por los labios. Al principio, Claudio y yo nomás platicábamos cosas sin chiste: que si el calor está del carajo, que si las filas en CFE son una mierda, que si los tacos de la esquina están buenos o no. Pero luego, el cabrón empezó a soltar comentarios más picantes. Una vez, mientras me miraba el culo sin disimulo, me dijo: “Órale, Aylen, con esos jeans parece que traes el paraíso entre las piernas”. Yo me reí, le guiñé un ojo y le solté: “Ay, Claudio, si supieras lo que hay debajo, te da un infarto”. Desde ahí, la cosa se puso más caliente, y empezamos a mandarnos mensajes por WhatsApp que fueron subiendo de tono día tras día. Aquí te va un recuento de cómo se fue armando el desmadre: Día 1 Claudio (9:45 AM): Qué buena onda verte hoy, Aylen. Esa blusa te queda de poca, ¿eh? ...