1. LA MENTIRA


    Fecha: 22/11/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: maroso, Fuente: SexoSinTabues30

    El sol pegaba duro en ese pueblo olvidado, y Ramón, Esteban y Lorenzo, tres machos de armas tomar, estaban hartos de tanta mierda. Sentados en un bar de mala muerte, apuraban tragos con la bronca de quien sabe que la guerra los espera, pero mientras tanto, lo que más les quemaba era la falta de mujeres.
    
    —No hay una puta aquí que valga la pena a esta hora —escupió Ramón, dándole un golpe a la mesa—. Estoy cansado de esperar y que este pueblo se la chupe sin darnos nada. Esteban rió, con esa sonrisa dura que solo tienen los que saben aguantar dolor. —Aquí no sale ni la sombra, y los que quedan seguro tienen miedo de tres soldados como nosotros. Lorenzo, con la voz ronca y sin pelos en la lengua, largó: —Somos hombres, no niñatos buscando caricias. Queremos acción, y este lugar está más seco que el desierto.
    
    En una esquina oscura, un tipo con barba de semanas y un sombrero chueco los miraba con esos ojos de perro viejo. Se levantó y se acercó, oliendo a vino rancio y a embuste.
    
    —Parecen hombres que saben lo que quieren —dijo con voz rasposa—. Acá no es como en la ciudad. Pero hay algo para quienes no se conforman. Ramón lo miró de arriba abajo, sin bajar la guardia. —¿Y qué mierda querés vendernos, viejo? El tipo sonrió con una mueca que no llegaba a ser amable. —Por un trago, les cuento que acá, tenemos soluciones.
    
    Esteban arqueó una ceja y empujó la botella hacia él. El tipo bebió, sin prisa, dejando que el silencio se cargara de tensión.
    
    —Acá todos nos ...
    ... conocemos, y sabemos quién es quién —dijo el hombre—. Siempre hay un pibito. Callado, sin amigos. Lorenzo apretó los dientes. —¿Y qué? ¿Un pendejo? —No se hagan ilusiones —contestó el viejo—. Ese pendejo, cuando le tocan, no se niega. Se deja hacer… pero solo si el que está enfrente es hombre de verdad.
    
    Ramón rió con desprecio. —Mira, viejo, nosotros no andamos con rodeos ni juegos. Somos hombres, sabemos dar. El tipo asintió, con esa sonrisa torcida. —Eso quería escuchar. Por eso les digo: el lugar está allá, más allá del molino viejo, donde la carretera se pierde entre álamos. Si no temen, si son firmes, ahí pueden demostrarlo.
    
    Los tres se pusieron de pie, dejando claro que no les importaba lo que viniera.
    
    —Vamos —dijo Esteban, apretando el puño—. Si ese pendejo está tan callado, no le vendrá mal que le enseñemos cómo se hace.
    
    Caminaron bordeando el río, con el tipo delante, que no paraba de hablar entre sombras:
    
    —Hay que ser duros al principio. Si titubean, se va. Este pendejo se asusta fácil, pero si ven que no se achica, lo tienen ganado.
    
    Cuando doblaron un recodo del sendero, el molino apareció en penumbras, y entre el río y el cañaveral, ahí estaba: una figura quieta, recortada contra la luz moribunda. Era más chica de lo que esperaban, frágil a simple vista, como si el viento pudiera llevársela.
    
    Ramón frunció el ceño. —¿Y esta cosa es lo que tanto nos vendió el viejo? Parece que un soplido lo tumba.
    
    Esteban se cruzó de brazos, observando con ...
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