-
LA MENTIRA
Fecha: 22/11/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: maroso, Fuente: SexoSinTabues30
... arrancaron la ropa quiso protestar, lloró con fuerza y pidió que pararan, pero una mano firme le tapó la boca. —Callate, carajo —dijo Esteban con brusquedad—. Te quejás como nena llorona. Lo empujaron sobre las cañas y tras escupir en su ano, Esteban entró, brusco, por la necesidad. Cada queja suya era un ruido que apagaban con un “shhh” ronco, una caricia dura, una orden sin margen a dudas. —Sos nuestra —comentó Lorenzo mientras le acariciaba el cabello mojado de sudor—. Y a nosotros se nos respeta, ¿me entendés? El niño intentaba resistirse, su cuerpo dolía, y peor aún, su mente. Se sentía roto por dentro, como si las palabras y las manos le desgarraran el alma. —Ya vas a aprender —murmuró Esteban al oído—, esto es lo que te hace falta. Pasaban el tiempo entre susurros rudos y órdenes: —Quieto, carajo. No te movás. Shhh. —Dejá que te cuide, nena. Esto es para vos. Cuando Esteban se apartó para fumar, Ramón lo puso a mamar, manteniendo la presión constante. —¿Querés un cigarro? No… mejor callate y chupá —dijo Ramón con sonrisa burlona. El niño se sentía a la vez atrapado y en llamas. El dolor físico se mezclaba con una sensación extraña, casi como si se disolviera en ellos. Sus quejas se volvían menos frecuentes, ahogadas por las caricias duras, por las órdenes que cortaban como cuchillas. —Shhh… no digas nada. Ya vas a ver… —prometió Lorenzo. Las voces se hacían eco entre las cañas, y los murmullos de aprobación y deseo de los soldados alrededor ...
... parecían envolverlo, asfixiarlo y sostenerlo. —Se deja como una nena… —Mirá cómo se entrega, no va a quedar para nadie más. —Esto es lo que te gusta, aunque no lo quieras admitir. El tiempo se desdibujaba, los rostros, los nombres, los gritos, todo se mezclaba en una oscura danza de poder y sumisión. —¿Dónde querés el juguito? —susurró Ramón con voz firme, casi como una sentencia. No hubo respuesta. Solo el silencio pesado, roto por un traga, pendejo. Un último “Shhh… quieto, cállate, no te muevas, carajo”. precedió un grito ahogado del niño, un ruido que cortó la noche, la sangre, el dolor, la rendición final. Esteban entró hasta el fondo. —Shhh, callate y aguantá —susurró al oído, su aliento caliente rozando su piel—. Acá sos de nosotros, y no hay vuelta atrás. Los otros soldados, alrededor, no se quedaban en silencio. Con sus miradas duras y sus risas toscas, comentaban sin reparos: —Mirá cómo se pone, loco. Le gusta que lo caguen a palos, este pibe. —Si llora es porque disfruta, no jodamos. —Seguro que la próxima vez viene a pedirlo él. El ambiente se cargaba de crudeza, de una masculinidad brutal que dolía, dividido entre el llanto y la sumisión. Se turnaban sin orden, sin pelea. Había tiempo. —Tranquilo, nene—dijo uno de los que lo poseían, apretando más fuerte—. Esto es lo que sos. No te resistas, no sirve de nada. Y en medio del dolor, el llanto y las manos firmes que lo poseían sin prisa, el niño entendió que debía rendirse. Los soldados ...