Capítulo 10: amistad y sumisión - Relatos Eróticos

Capítulo 10: amistad y sumisión

... cristal, con las piernas entrelazadas y la cabeza de Claudia apoyada en el hombro de Mariana.

Fue entonces cuando el teléfono de Claudia volvió a vibrar. Ambas lo miraron al mismo tiempo. Esta vez no era Javier. Era Daniel.

Mariana le hizo un gesto con la cabeza: “Contesta, anda.”

Claudia lo tomó con una mezcla de nervios y esperanza. El nombre en la pantalla le provocó un salto en el pecho.

—Hola —dijo, con la voz un poco más suave de lo normal.

—Hola, preciosa —respondió la voz de Daniel, cálida, como siempre—. ¿Interrumpo algo?

—No, para nada —mintió Claudia, sabiendo que Mariana la miraba con una media sonrisa—. ¿Ya estás por volver?

—Casi. Todavía faltan unos días, pero ya tengo todo listo. Prometo no tardar mucho más. ¿Cómo estás?

—Bien —dijo Claudia, y por primera vez en días, no tuvo que fingir del todo—. Mejor, la verdad.

Se quedaron un momento en silencio, con esa conexión que no necesitaba palabras. Daniel no preguntó más allá de lo que Claudia estaba dispuesta a decir, pero igual lo entendió todo. Ella no le habló de Javier, ni de los retos, ni de lo que venía. No quería arruinar ese momento. No quería que él volviera para rescatarla, sino para encontrarla fuerte.

—Te extrañé —dijo él, con esa voz que siempre parecía envolverla como una manta.

Claudia sintió un nudo en la garganta. Tragó saliva, bajó la mirada y respondió, apenas un susurro:

—Yo también.

Mariana, sentada frente a ella, desvió la mirada con disimulo, como si ...

... estuviera dándole espacio, pero en realidad se aferraba a cada palabra. No era la primera vez que sentía ese pinchazo en el pecho, ese dolor sordo de saber que, aunque Claudia estuviera allí, a su lado, su corazón ya le pertenecía a otro.

Pero Mariana no era egoísta. Nunca lo fue. Sabía que el amor de Claudia por Daniel no era algo que pudiera controlar, ni borrar, ni reemplazar. Y aunque a veces deseaba tener una oportunidad, aunque a veces soñaba con besarla sin miedo, lo más importante para ella era verla feliz. Aunque fuera a través de una pantalla, a través de una llamada, a través de un amor que no era suyo.

Claudia y Daniel siguieron hablando un rato, riendo de tonterías, como siempre. Él le contó anécdotas del viaje, ella le preguntó por los detalles sin importancia, como si cada palabra suya fuera una pieza de un rompecabezas que necesitaba completar para sentirse entera otra vez.

Cuando colgaron, Claudia respiró profundo, como si acabara de salir a la superficie después de estar mucho tiempo bajo el agua.

—¿Te alegras de que vuelva? —preguntó Mariana, sin reproche, solo curiosa.

Claudia asintió, pero no dijo lo que también pensaba: que con Daniel de vuelta, todo se complicaría. Que no quería que la viera débil, ni herida, ni atrapada en los juegos de Javier. Que preferiría que regresara cuando todo hubiera terminado, cuando ella ya no fuera un caos andante.

Pero también quería verlo. Solo verlo. Sentir que estaba allí, que no la había dejado sola. ...