1. Historias de un pediatra


    Fecha: 05/12/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Gays Incesto Autor: pisofshet, Fuente: SexoSinTabues30

    Desde niño que quería ser médico. Soñaba con el delantal blanco, la estetoscopio colgando del cuello, curando a todos los que pasaran por mi consulta. Así fue como me esforcé mucho para llegar a entrar a la Escuela de Medicina. Cuando me tocó hacer la residencia en pediatría, supe que eso era lo mío. Los niños, con sus ojos inocentes y sonrisas sinceras, me llenaron de vida. Pero no era solo eso, mi deseo por ellos iba más allá. Descubrí que era un pedófilo, que la vida de un pediatra era perfecta para saciar mis ansias.
    
    A lo largo de mi vida he ayudado a muchas personas a satisfacer sus propios deseos, a ser felices. Eso es lo que hago. Soy un facilitador. El Dr. Domínguez, el pediatra que todos aman. Después de recibir mi título de pediatra, comencé a estudiar en profundidad para especializarme en lo que ningún pediatra hace: en ayudar a los hombres que sienten lo que yo siento por los niños. Yo los entendía, compartía su lucha.
    
    Mi clientela ha sido variada. Algunos tienen intenciones más oscuras como proxenetas que quieren asegurar la calidad y el mantenimiento de su «mercancía» infantil. Otros son padres que se dejan arrastrar por la tentación, deslizando sus manos por la piel de sus hijos en la noche. A todos les ofrezco mi experiencia y mi ayuda, les hago sentir que no son monstruos, que son simplemente personas con deseos que la sociedad no comprende. Yo, el Dr. Domínguez, el pediatra que se esfuerza por satisfacer a todos.
    
    Ayer tuve una sesión muy linda con ...
    ... mi pequeño paciente Fabián, de 7 añitos, al que he estado atendiendo desde que era un bebé. El padre de Fabián, David. Los anuncios en la dark web en los que por una suma ofrecía el servicio especial, dieron resultado. Ahí los conocí. David llegó con ese querubín que en ese momento tenía 3, preocupado por la salud del niño. Me decía que la calentura que le daba su niño era demasiada y que masturbarse sobre su carita ya no bastaba. No estaba seguro si a esa edad ya se podía hacer más. Le sonreí, le dije que no se preocupara, que todo iría a la perfección.
    
    Fue así que me convertí en el pediatra oficial de ese niño hermoso, Fabián, y su padre David. Con el paso del tiempo, David, bajo mi ayuda, ya podía hacer de todo con su propio bebé. Me sentí orgulloso de mi pupilo. Era imposible juzgar a David. Su angelito era una preciosura que me volvía loco cada vez que lo traía a mi consulta. Por supuesto que me tomo más libertades que la mayoría de los pediatras, pero apoyar una mano en su entrepierna desnuda mientras le pasaba el estetoscopio, no se me hacía suficiente.
    
    Así fue que ayer, David llegó con su hijo. «¡Doctor Domínguez!» gritó el pequeño Fabián al verme, su sonrisa iluminando la sala. Su inocente deseo por la atención y el cuidado era lo que me hacía continuar con mi «especial» práctica. Lo observé a medida que se desnudaba, mostrando su pecho indefenso. Su piel suave y tersa era una delicada maravilla que me hacía temblar por dentro. Era rubio como el sol y con unos ...
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