-
De rodillas- capítulo 2
Fecha: 06/12/2025, Categorías: Infidelidad Autor: inerme, Fuente: TodoRelatos
♡El regreso♡ Volví a casa. La puerta se abrió con ese chirrido que ya conocía de memoria. Nada había cambiado: ni el ruido del picaporte, ni el olor a café frío mezclado con perfume barato… ni yo, que entraba como un fantasma. Mi cuerpo era un desastre: la piel todavía roja, los ojos llorosos, las piernas temblorosas, la garganta seca como si hubiese gritado todo y nada al mismo tiempo. Pero intenté caminar como si no me pasara nada. Tomás estaba ahí. Sentado en el sillón, con el celular en la mano, como cada noche. No levantó la vista. No preguntó. —Hola, amor —dije, bajito. —Hola, gorda —respondió, sin mirarme siquiera. Solté la mochila. Me acerqué con esa contradicción que quema: querer contar todo, pero no encontrar palabras. Lo miré. Y por primera vez en mucho tiempo, él me miró a los ojos. —¿Estás bien? —preguntó. La voz le temblaba un poco. Sincero. Negué con la cabeza. No podía decirle que alguien me había tocado sin ponerme un dedo encima. Que me había abierto sin permiso. Que me vine sin cuerpos, sin nombres, pero con una marca que no se borraba. No sabía cómo decirle que otro había logrado romperme de placer. Él se acercó. Me abrazó. No me apretó fuerte. Solo me sostuvo. Como si creyera que eso alcanzaba. Yo no lloraba. Pero tenía los ojos húmedos como una tormenta que ya pasó, aunque el cielo todavía no se aclara. —¿Querés contarme qué te pasó? —insistió. Y juro que quise. Quise decirle que no fue amor. Que no fue abuso. Que fue ...
... otra cosa. Un deseo que me encontró sin avisar. Pero dije: —No. Y él entendió. No me apuró. No insistió. Me llevó al baño. Me lavó la cara. Me sacó la ropa con cuidado, como si yo fuera frágil. Como si el cuerpo pudiera volver a ser mío con solo un gesto. Miró las marcas. No preguntó. Yo me dejé hacer. No porque lo amara menos. Sino porque con él podía volver a sentirme… no rota. —Estoy acá —me dijo. Y yo asentí. Aunque por dentro, todavía dolía. Dolía César, ese nombre que no se borra ni con agua ni con besos buenos. Ese hombre que no me cogió, pero me vació igual. Porque hay vacíos que no se llenan con amor. Solo con más deseo. Nos metimos en la cama sin decir una palabra. Mi pelo aún húmedo, pegado a la nuca. Él me abrazó por detrás suave, sentía su mano temblando en mi cintura, como si intuyera que algo me había marcado más fuerte que él, algo que no podía borrar ni con su piel. No preguntó nada. No quiso saber. Se acercó un poco más, su cuerpo tibio y cálido contra mi espalda. Pero no era dueño. No era amo. No era cazador. Era solo un hombre que me amaba, que no sabía de las heridas que tenía clavadas. —¿Querés que te toque? —susurró, apenas audible. Mi garganta se cerró. No pude decir que sí. Pero tampoco quise decir que no. Porque no quería su ternura. Quería el filo cortante de sus manos duras, la palabra que me partiera, la marca que me dejara sin aire. Con él, no me animaba. —No hoy —le dije, bajito, sin culpa, con ese nudo que ...