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De rodillas- capítulo 2
Fecha: 06/12/2025, Categorías: Infidelidad Autor: inerme, Fuente: TodoRelatos
... me estrangulaba por dentro. Él asintió sin más. —Está bien —murmuró—. Solo quiero que duermas tranquila. Dormir tranquila. ¿Quién puede dormir en paz después de haber sido de otro que te dejó marcada? Después de haber sido rota sin que nadie te toque? Me acurruqué contra su pecho. Su corazón latía lento, y yo respiraba su olor como si fuera un antídoto para el fuego que aún ardía adentro mío. Pero C seguía ahí, pegado a mi piel, metido entre mis piernas, entre los pliegues de mi memoria, entre la ansiedad por volver a sentirme nada, y la culpa de saber que con este hombre bueno, yo también era algo. No era sumisa. Ni puta. Ni reliquia. Era amada. Y eso también dolía. Desperté sin moverme. Tomi respiraba despacio a mi lado, tranquilo, seguro. El cuarto estaba tibio, inofensivo, pero yo tenía los muslos apretados, la piel ardiendo con marcas suaves en el cuello, y el alma hecha un incendio con un nombre que no era el suyo. No lo soñé. Lo recordé. A César, mi ex Amo. Podía oír su voz ronca, esa voz que me perfora: —Te venís sola con un “no”. Imaginate lo que harías si te dijera “ahora”. Me toqué sin querer. Solo con la punta de los dedos, como queriendo borrar algo que ya estaba grabado a fuego. No me corrí. No me masturbé. Me quedé quieta, mojada, temblando por un fuego que ya había pasado, pero que quería volver a prender. En ese silencio, me imaginé un mensaje. Uno que no pensaba mandar, pero que escribí en la cabeza, como si él pudiera ...
... oírme: “Me dolés todavía. Y no sé si te extraño o te detesto. Pero me abriste algo que no puedo cerrar. Me cogiste sin entrarme. Me rompiste sin tocarme. ¿Y sabés qué? Quiero más.” Borré el mensaje en mi mente. Volví a mirar a Tomi, que dormía tan tranquilo. Y me pregunté si alguna vez le voy a poder contar la verdad. Toda. Cruda. Sin filtro. Sin disfraz de amor. Tenía dos voces en la cabeza. Una me decía: Quedate. Estás a salvo. Él te quiere. No te rompe. No te exige nada que duela. Te abraza sin apretar. Te espera. Y la otra me conocía desde el deseo. Y estaba ganando la batalla. Estaba sola en la cocina, en bombacha, revolviendo un té que ni siquiera quería tomar. Tomi dormía, rendido, envuelto en su calma inocente, sin saber nada de lo que me atravesaba. De repente, el celular vibró. Una sola vez. Lo vi, y en el fondo sabía qué esperaba. Una sola letra, una sola cicatriz: “c.” Ni siquiera lo tenía agendado como un nombre. Solo una inicial. Una herida abierta. Abrí el mensaje sin poder evitarlo: “Soñé que te abrías de nuevo. Que te resistías. Que llorabas. Soñé que todavía eras mía. ¿Lo soñaste vos también?” Quedé helada. O más bien, encendida en zonas que había logrado apagar. El corazón se me apretó, la respiración se hizo chiquita. Y entre las piernas, un temblor viejo, uno que creí dormido, me volvió a buscar. No sabía si quería responder. Pero mi cuerpo ya había contestado antes que mi cabeza: los pezones duros, la piel prendida fuego, la ...